El gran y sabio Pellegrino Artusi escribió: “No crean que tengo la pretensión de enseñarles a hacer albóndigas. Este es un plato que todo el mundo sabe hacer, empezando por el burro”. Bien. La albóndiga, la comida más amada del mundoes parte del ADN. No se aprende. Sabes. Se transmite. La mayoría de las veces se aprende mirando. Ciertamente nadie consulta el talismán de la felicidad para hacer albóndigas.
Entonces, ¿por qué escribir un libro? La clave está en el título: “Polpettología", historia, filosofía y recetas de la albóndiga, publicado por Manni. Más irónico que un libro de recetas. Un poco más sofisticado que un libro de historia de la cocina. Más divertido que un libro de filosofía de la comida. Un libro diferente para una lectura diferente, que espero te saque una sonrisa.
El título -dice alguien- recuerda a la Cienciología. Como autores, no somos lo suficientemente ambiciosos para iniciar algún tipo de iglesia, una organización de autoayuda. También porque no hace falta: los amantes de las albóndigas de todo el mundo ya se reconocen. Dices albóndigas e inmediatamente el ojo cobra vida, los sentidos despiertan. La conversación revive. Las recetas van de sofá en sofá. Si bien hablar de pato a la naranja es un poco selectivo, requiere una experiencia que no todos tienen; lo bonito de las albóndigas es que todo el mundo puede hablar de ellas con la altivez adecuada, ya que cada familia tiene sus propias albóndigas y nadie se lo puede negar. La dictadura del chef no le sienta bien a este plato verdaderamente democrático: todas las recetas tienen la misma dignidad.
La albondiga es global, si es cierto que en el mundo conocido no hay pais que no tenga su albondiga. Pero también es ético y socialmente responsable: sigue la tendencia de la reutilización y el reciclaje. Mayormente lo haces con lo que tienes en casa o cerca.
Pero sobre todo, las albóndigas son tradicionales (el único plato en el que la abuela se impone a la mamá: las auténticas albóndigas vienen de la abuela), con algunas concesiones a la innovación personal.
La albóndiga es la esperanza de compañía: ¿la albóndiga para uno? ¡No existe! Y consuelo: si estás de mal humor en un día de lluvia, haz albóndigas y ya el gesto de hacer albóndigas te reconcilia con el mundo: toma, mezcla, amalgama, redondea lo informe. Y mientras tanto, tus manos están ocupadas y tu cerebro libre: es la terapia del pastel de carne. Y para no quitarme las ganas de leer el libro anticipando demasiado, termino aquí con un lema pretencioso: las albóndigas son como la vida. Elegir bien los ingredientes no es garantía de éxito, pero sin duda ayuda.
