“Espero tres resultados importantes de San Petersburgo. Impulsaremos un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia sobre Damasco". Así lo había esperado hace unos días el primer ministro Enrico Letta en una entrevista, y de hecho será el caso de Siria el que ocupe un lugar central en el G20 que se inaugura hoy en San Petersburgo.
Por razones de fuerza mayor, Siria corre el riesgo de eclipsar el objetivo original de la cumbre de San Petersburgo, el de identificar una forma de reactivar el crecimiento aún tímido de la economía mundial y, sobre todo, de garantizar que genere puestos de trabajo.
La situación sería diferente si el régimen de Damasco no hubiera recurrido a las armas químicas hace dos semanas y si la cumbre no estuviera presidida por Vladimir Putin, principal partidario del régimen sirio y ferviente opositor al ataque militar propuesto por Francia y Estados Unidos.
Sin embargo, el análisis de la situación económica mundial seguirá siendo examinado por la cumbre: un informe para los líderes del Fondo Monetario, que será presentado por su directora, Christine Lagarde, destaca la vulnerabilidad de las economías emergentes ante cambios en la política monetaria en el progreso, en particular la próxima reducción del estímulo monetario por parte de la Reserva Federal.
