Es evidente que el de Ucrania “no es un conflicto interno sino un choque con Rusia”. Lo dijo la canciller alemana Angela Merkel, al Bundestag, reiterando que "no habrá una solución militar al conflicto" y que la UE está "preparando nuevas sanciones sustanciales".
En Bruselas, Merkel fue aún más clara: a pesar de los esfuerzos realizados para mantener abiertos los canales diplomáticos, Putin ha incumplido sus promesas y “avanza hacia la escalada militar”. Ahora ya no hay límites a su imprevisibilidad”, porque actúa movida por el nacionalismo, por el hambre de consenso interno, y después de Ucrania podrían ser Letonia y Estonia.
Palabras compartidas por el primer ministro polaco y nuevo presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, que condenó cierto "optimismo ingenuo" y, hablando en Gdansk con motivo de una conmemoración del ataque alemán a Polonia, lanzó una advertencia: "El septiembre de 1939 no debe repetirse en Ucrania. Los europeos debemos aprender del trágico septiembre polaco y de los años de la Segunda Guerra Mundial".
Rusia, por su parte, intenta echar agua al fuego. el ministro de relaciones exteriores Sergei Lavrov aseguró que el Kremlin no quiere la guerra: “No habrá una intervención militar rusa en Ucrania. Moscú está por una solución exclusivamente pacífica a esta gravísima crisis. Los invitamos a sentarse y discutir, en lugar de amenazar con sanciones. En cualquier caso, Rusia no dará un portazo en caso de nuevas sanciones occidentales y no abandonará la OMC".
Sin embargo, el presidente saliente de la Comisión de la UE, Josè Manuel Barroso, ha revelado una alarmante sentencia pronunciada por Putin: “Si quiero – dijo el presidente ruso – puedo tomar Kiev en dos semanas”.
