ricordo Herman Vahramian y esas tardes en la Galería de Milán hablando de la contaminación entre la cultura occidental y la de Oriente Medio. Un pensamiento es una investigación bien representada en su arte como escultor, donde pequeñas figuras de barro hablan de Irán donde todo se hace con barro, la vida misma lo decía: la tierra de colores tan fuertes se convierte en ladrillos para la construcción de iglesias, sinagogas, minaretes y tumbas.
Figuras en continuo viaje, acompañadas únicamente por un número progresivo, figuras emblemáticas, figuras que nacen de la mente y se componen por sí mismas. Figuras hechas de tierra pero sin tierra propia.
El estado actual del arte y del hombre puede representarse con la imagen de un mosaico destrozado: esto es lo que escribió Herman en su introducción a la exposición en el museo arqueológico de Milán en 1987/88.
Un hombre particularmente culto, uno de los intelectuales más conocidos de la comunidad armenia en Italia y en Europa. Teórico de la "diáspora de la mente", ha escrito numerosos ensayos sobre las culturas de diferentes países. Nacido en Teherán en 1940 de padres armenios, Vahramian era ciudadano italiano. Vivió y trabajó en Milán donde se licenció en arquitectura en la Politécnica en 1961. Nos dejó en 2009.
Son sus esculturas las que nos hablan de diferentes personas en una extraordinaria convivencia entre pueblos y culturas. Una historia compuesta por continuos traslados, fugas y persecuciones. Un atasco identitario que se pasa de contrabando por el progresismo social y político, por la igualdad ética y filosófica o por la multiculturalidad.
Nos referimos a un texto de Herman Vahramian publicado en la revista Vita y pensamiento que nos introduce en la verdadera historia de los gitanos y que nos puede ayudar hoy a comprender mejor lo que ha cambiado.
