A fin de año, un ejército de más de un millón de voluntarios chinos (los números siempre son grandes en China) patrullarán las calles de la capital, en los 2633 distritos de Beijing, y él amablemente reprenderá a cualquiera que se porte mal: escupir en la calle, tirar colillas o pañuelos de papel, o cualquier otro ejemplo de conducta no civil (el límite entre civil y no civil no está claro, y se supone que se deja al buen juicio de los voluntarios) .
Esta tropa en particular está organizada por el municipio y no es una duplicación de la policía (que también tiene el derecho y el deber de contrarrestar el comportamiento dañino). En una versión china del policía bueno/policía malo, los voluntarios se distinguen de la policía porque tienen que usar solo el guante de terciopelo y no pueden recurrir a la mano de hierro.
El experimento es interesante - intenta canalizar el fermento de la democracia en actividades de apoyo cívico que sigue hirviendo a fuego lento en un régimen que sigue siendo autoritario.
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