El GP de España de 2016 quedará en la historia de la Fórmula 1. No por el increíble harakiri de los Mercedes en la primera vuelta, no por el segundo y tercer puesto de los Ferrari, con Raikkonen y Vettel, sin embargo sin poder aprovechar la asistencia de sus grandes rivales, sino por la hazaña de un bebé fenómeno, Max Verstappen, que se convirtió en el más joven en ganar un Gran Premio de Fórmula 1.
En su primera carrera con Red Bull, donde reemplazó a Daniil Kvyat después de una temporada y media con Toro Rosso, el holandés de 18 años, hijo de un artista, confirmó que es un campeón, como se viene diciendo desde los tiempos de kart: tomó la delantera hacia la mitad de la carrera y nunca lo soltó, aprovechando al máximo los neumáticos, el auto y manteniendo atrás a un zorro como Kimi Raikkonen que le dobla la edad, mientras Vettel lo veía de más lejos, indefenso, arrebatarle el récord del ganador más joven, que ostentaba desde 2010.
Conquistada la cuarta plaza de la parrilla, ya de por sí una hazaña notable, muchos esperaban un podio para Verstappen, pero el giro de la primera vuelta, cuando Hamilton y Rosberg se eliminaron, chocando por una más que efímera primera plaza en la primera vuelta (en la los comisarios de carrera expresaron su opinión, relevando a los pilotos de cualquier responsabilidad), se le abrió una ventana inesperada que supo aprovechar al máximo, apoyando las opciones del murete en la estrategia y sin ceder nunca a la tensión que cada liebre siente crecer dentro de sí mismo, vuelta tras vuelta, cuando se encuentra frente a todos.
"Es increíble, fue una gran carrera", dijo Max a la radio del equipo después de la meta antes de romper a llorar, desahogando toda su emoción. “Gracias al equipo, que me dio una oportunidad y un coche fantástico, gracias a papá que me ayudó mucho – dijo después -. Elegimos la mejor estrategia con los neumáticos medios y estuve bien. Simplemente no tenía que cometer errores".
