Italia tiene un problema de crecimiento, es innegable y ha sido reiterado por prácticamente todo el mundo. Así que intentemos echar un vistazo a las tasas de crecimiento (o mejor dicho, la disminución) de nuestro país, para entender qué tan grave es el paciente. Para ello, utilizamos el PIB per cápita real, que a menudo se utiliza como indicador del nivel de ingresos y bienestar de un país: aunque no puede considerarse una medida exhaustiva del bienestar económico (porque omite algunos aspectos de la vida efectiva de las familias), puede al menos dar una idea.
El gráfico representa la renta per cápita real italiana, es decir, a precios constantes, desde 1980 hasta hoy (es decir, mirando sólo el crecimiento de las cantidades producidas, sin la "contaminación" de la inflación). La línea punteada representa la estimación de su desempeño según las previsiones del FMI (abril) para el período de 2014 a 2018. ¿Se cumplirán estas previsiones? “Solo lo sabremos viviendo…”
Analicemos el gráfico. Notarás dos contratiempos: el primero coincide con la crisis de 1992, el segundo va desde 2007 hasta hoy, con un pequeño repunte en 2010. La principal diferencia es que después de 1992 la economía se reinició de inmediato.
Otra observación bastante interesante: el nivel de ingreso per cápita a fines de este año es aproximadamente el mismo que en 1997 y recién en 2017 el nivel de vida de los italianos volverá a los niveles de 1999 (suponiendo que las estimaciones del FMI sean correctas).
En resumen, en balance, parecerían 18 años perdidos.
Los últimos datos de Europa muestran un indicio de recuperación, al menos en lo que se refiere a los países "centrales" de la Eurozona, con Francia y Alemania saliendo oficialmente de la recesión. Si estas economías volvieran a jugar el papel de "locomotoras", podemos confiar en las estimaciones de crecimiento del Fondo Monetario. Pero mantengamos los pies en la tierra y no nos engañemos más de lo necesario, el camino aún es largo y hay muchos problemas por resolver.
