La Cámara francesa aprobó por amplia mayoría la reforma fiscal fuertemente deseada por el presidente Macron y el ministro de Economía Le Maire, que la presentaron como una auténtica “revolución”. El texto, a pesar de los feroces debates que ha suscitado (la izquierda ha acusado al Gobierno de haber dado "un regalo a los ricos"), no se ha modificado respecto a los trabajos difundidos fuera de las comisiones, y prevé una impuesto único del 30% sobre las rentas vitalicias en lugar de un impuesto progresivo mucho más alto.
La nueva medida, que entrará en vigor en 2018, costará a las arcas del Estado 1,3 millones de euros en recortes de impuestos en 2018 y 1,9 millones en 2019. “Con esta votación, Francia se dota de un sistema fiscal sencillo y atractivo”comentó Le Maire. El impuesto de tasa única, que se divide en 12,8% de impuesto al capital y 17,2% de aportes a la seguridad social, se aplicará a los bienes muebles, ganancias de capital de inversiones financieras (i planes de acción, PEA) y en algunos contratos de seguros de vida. "El trabajo está así más gravado que la especulación", surgió la oposición. "Es un cheque en blanco, una apuesta de 2 millones de euros". El gobierno estima que podrá recortar, ya en 2018, 11 millones en impuestos en total, o el 0,6% del PIB, y poder recortar un punto porcentual al final del mandato. El siguiente paso, con un coste de 3 millones, es la reforma del impuesto de la vivienda, que para el 80% de los que lo pagan será incluso suprimido.