"La negociación del TTIP ha fracasado. Europa no puede aceptar las solicitudes estadounidenses”. Asi que ayer Sigmar Gabriel, vicecanciller y ministro de Economía alemán, ha colocado una lápida en la "Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión", el polémico tratado de libre comercio entre Europa y Estados Unidos.
En una entrevista con la cadena alemana Zdf, el político socialdemócrata explicó que, luego de 14 rondas de conversaciones y ningún acuerdo sobre ningún capítulo de los 27 previstos, ahora "no habrá más avance, aunque nadie quiera admitirlo”.
Dada la oposición de muchos alemanes al acuerdo TTIP, algunos comentaristas creen que las declaraciones de Gabriel son solo un movimiento político de cara a las elecciones en Alemania.
Sin embargo, las negociaciones sobre el acuerdo, que comenzaron en 2013, nunca han tenido una vida fácil y el primer paso atrás ya venía de la mano de Francia: “No hay absolutamente ninguna posibilidad de que se llegue a un acuerdo al final de la administración Obama – dijo el viceministro francés de Comercio Exterior, Matthias Fekl, a principios de julio -. Creo que todo el mundo lo sabe a estas alturas, incluso aquellos que afirman lo contrario".
Incluso el Ministro italiano de Desarrollo Económico, Carlo Calenda, había admitido que el acuerdo sobre el TTIP está destinado al fracaso: "Ya hemos ido demasiado lejos en la negociación".
Las criticas en contra del tratado que se suponía iba a crear la zona de libre comercio más grande del planeta (más de 800 millones de personas involucradas) siempre han sido muchos. La polémica más conocida es la contra el Cláusula isds (Solución de controversias entre inversores y Estados), que habría permitido a las multinacionales demandar a países individuales ante un tribunal de arbitraje para impugnar leyes (incluidas las relativas a la salud o el medio ambiente) potencialmente perjudiciales para sus beneficios.
Además, según algunos críticos, el TTIP los habría puesto en riesgo servicios publicos y bienestar, favoreciendo su privatización, y habría perjudicado la pequeñas y medianas empresas europeas, que difícilmente podría haber enfrentado la competencia de las multinacionales estadounidenses.
Desde el punto de vista de Los consumidores, por otra parte, el peligro estaba ligado a que en Estados Unidos para una serie de productos no se aplica el principio de precaución vigente en Europa para la protección de la salud y el medio ambiente, es decir, en América la evaluación de riesgo no tiene lugar antes de la comercialización. Esto podría haber tenido consecuencias para la propagación de OGM, carne tratada con hormonas, pesticidas y más en la UE.
