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La transparencia y la racionalidad en las finanzas son como el ave fénix

La teoría neoclásica postula la racionalidad del inversor pero los estudios de neuroeconomía y finanzas conductuales cuestionan este paradigma y argumentan que las elecciones de los ahorradores se deben principalmente al efecto manada, el efecto rumor, el efecto anclaje, el efecto emoción y el efecto anuncio. - Por eso la transparencia y la racionalidad de los mercados recuerdan al ave fénix de Metastasio

La transparencia y la racionalidad en las finanzas son como el ave fénix

El asunto ruinoso pero aún no concluido de los cuatro pequeños bancos ha llevado a muchos comentaristas a pedir una mayor transparencia en los mercados financieros. La transparencia sería, por tanto, la condición necesaria y suficiente para que los ahorradores puedan tomar decisiones informadas sobre las combinaciones de riesgo y rentabilidad de la inversión que están a punto de realizar. La sucesión de los acontecimientos financieros más ruinosos ha contribuido a que la legislación sobre los mercados financieros se considere inadecuada, dirigida precisamente a garantizar que el inversor esté correcta y plenamente informado.

Para no pensar únicamente en un conjunto indistinto de mercados financieros, cabe señalar que la expresión "transparencia de los mercados financieros" debe referirse al menos a dos mercados distintos: el primario y el secundario que, aunque estrechamente entrelazados, requieren regulaciones diferentes. El primero exige reglas de transparencia destinadas a informar al mercado sobre el balance del emisor y en particular sobre la conducta y estrategias de sus directores.

La segunda requiere que la información se refiera principalmente a la naturaleza, el balance y el comportamiento del intermediario financiero que negocia los valores emitidos por el emisor, sobre todo para evitar conflictos de interés en el caso de que el intermediario sea también un operador multifuncional, como Suele pasar, y no solo un corredor puro. En cualquier caso, para ambos mercados, como está escrito en manuales de finanzas bien ordenados, se supone que el ahorrador siempre es racional en sus elecciones.

El paradigma de la racionalidad del inversionista bien informado subyace también en la elaboración de las normas de supervisión… Es un legado de la economía neoclásica que se consideraba a sí misma no una simple disciplina en el campo de las ciencias humanas, sino una disciplina a la par de la física y las matemáticas se aplican a la sociedad ya las elecciones de los operadores económicos. Cuál es la razón de ser de HFT, Hight Frequency Trading, sigue siendo un misterio para mí.

Los estudios de neuroeconomía y finanzas conductuales (para todos, véanse los ensayos de S. della Vigna, Psychology and Economics: Evidence from the Field, Journal of Economic Literature 2009, 47:2, 315–372; M. Rabin, Una perspectiva sobre psicología y economía. Alfred Marshall Lecture, European Economic Review 46 (2002) 657 - 685.), disputan notoriamente el paradigma neoclásico de la racionalidad de las elecciones individuales y en cambio creen, con un paradigma diferente, que el comportamiento de los ahorradores se debe, por ejemplo, pero sin pretender ser completo, a: a) el efecto "rebaño", también conocido como efecto gurú, por el que el inversor, conforme a las opiniones, a menudo exaltadas en la prensa, de la mayoría de los operadores o analistas financieros o de grandes inversores, sigue tendencias a corto plazo caracterizadas por una alta volatilidad de precios; b) el efecto rumor, es decir, se compra siguiendo los rumores (eventos inciertos y sólo probables) en el mercado y se vende cuando se da la noticia real al mercado; c) el efecto de anclaje, es decir, se supone que la evolución de los valores puede estar vinculada a eventos pasados ​​(el llamado "anclaje") que condicionan la racionalidad de las elecciones posteriores; d) el efecto emoción, por el cual las decisiones se toman a nivel emocional y por lo tanto tendencialmente irracionales, o basadas en prejuicios cognitivos; e) el efecto anuncio por el que asumen un comportamiento basado en la hipótesis según la cual los precios de mercado se mueven no en función de los datos fundamentales de las empresas, sino en función de la desviación de estos datos de las expectativas supuestamente racionales.

Los mismos estudios también han puesto de manifiesto que muchos empresarios y directivos se ven afectados al menos por: a) exceso de confianza, que les lleva a subestimar los riesgos de mercado, empresa, contraparte, etc.; b) errores por las decisiones adoptadas con referencia a muestras estadísticas que no son representativas del universo y por lo tanto los eventos considerados están dispuestos en las colas delgadas de las distribuciones probabilísticas: así se sobreestima la probabilidad de éxito; c) falta de voluntad y arrogancia para no reconsiderar decisiones tomadas en el pasado cuyo fracaso se atribuye a factores externos y no a errores propios.

En conclusión, si lo anterior fuera aunque sólo parcialmente plausible, los hechos más recientes en los mercados financieros que descuentan la racionalidad subyacente a la supervisión, la información presentada en los folletos informativos y la presunción de racionalidad del inversor, recuerdan el famoso aforismo de Peter Metastasio: incluso la transparencia de las finanzas y la racionalidad de las elecciones son como el ave fénix árabe “que existe, todo el mundo lo dice; dónde está, nadie lo sabe".

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