comparte

Riace, el polémico caso del alcalde entre la justicia y la legalidad

La historia del alcalde de Riace Domenico Lucano plantea profundas cuestiones sociales y políticas que no se pueden resolver apresuradamente con Twitter, pero si una ley no es correcta, se debe cambiar y no violar

Riace, el polémico caso del alcalde entre la justicia y la legalidad

La historia del alcalde de Riace Domenico Lucano debería hacernos reflexionar sobre una serie de cuestiones políticas y sociales profundas. Lamentablemente, sin embargo, la mayoría de nuestros políticos actuales, tanto en el gobierno como en la oposición, han relanzado algunas palabras clave extremadamente aproximadas en Twitter o, como mucho, en Facebook. Nos encontramos, pues, como ha sucedido demasiadas veces en los últimos años, en la posición de partidarios de barricaderi que se inclinan o bien por quienes acusan a Roberto Saviano de utilizar un doble rasero en sus análisis, bien por quienes esgrimen una serie de argumentos vagos defensa del alcalde Lucano, quién sabe si dictada por considerarse superior desde el punto de vista intelectual o incluso antropológico.

En cambio, creo que el punto debe ser otro y partir de un análisis diferente, sin descuidar nunca lo que sabemos de la historia hasta la fecha.

Estamos ante un alcalde que ha hecho, o parece haber hecho, de la acogida e integración de los inmigrantes su razón de vivir, declarando abiertamente en conversaciones privadas que es consciente de haber infringido más de una ley, por considerarlas injustas.

El tema de la justicia frente al de la legalidad siempre ha fascinado a más de un filósofo y la pregunta que se plantea es casi siempre la misma y suena más o menos así: cuando una ley se considera injusta desde el punto de vista ético, es es correcto no respetarlo?

En estas horas se ha vuelto a poner de moda el tema de la desobediencia civil y más de alguien ha comparado al alcalde de Riace con Gandhi.

Ahora bien, si mi memoria no me falla, Gandhi practicó una forma de desobediencia civil a la luz del sol, plenamente consciente de cuáles podrían haber sido las consecuencias a las que se enfrentaba por haber infringido o estaba infringiendo una ley considerada injusta. Hoy tenemos un alcalde, un ciudadano de primera, que siendo consciente de lo que hace, habla de ello en conversaciones privadas y por teléfono. Así de un representante de las instituciones que ha decidido quebrantar las leyes porque no son justas, pero que no quiere asumir la responsabilidad directa de lo que está haciendo, quizás porque teme ser detenido. Como si, permítanme la incómoda analogía, Marco Pannella para su campaña a favor de la legalización de las drogas ligeras hubiera decidido consumirlas en casa, solo hablando de ello con algunos amigos, y no repartiéndolas gratis frente al Palacio. Montecitorio después de haber advertido a la imprenta de la iniciativa que estaba a punto de emprender.

La diferencia es exactamente esta y no es insignificante.

La sensación, por tanto, es que lo que está pasando en Calabria no puede calificarse de desobediencia civil por parte de un alcalde, sino de alguien que ha decidido infringir la ley porque es "el más justo".

En un estado de derecho esto no se puede tolerar, especialmente por parte de quienes representan a las instituciones. Las leyes, si no son justas, deben ser cambiadas y aquellos con responsabilidades de gobierno deben estar públicamente al frente.

Revisión