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Monti, las elecciones y los tres obstáculos a superar: populismo, conformismo y derrotismo

Gobernar será difícil para cualquiera pero durante la campaña electoral y después conviene evitar tres riesgos: el populismo de las promesas fáciles, el conformismo de los que no toman partido para luego subirse al carro y el derrotismo de los que se quejan sobre todo pero nunca indicar soluciones constructivas y realistas – Decir la verdad siempre es revolucionario.

Monti, las elecciones y los tres obstáculos a superar: populismo, conformismo y derrotismo

La entrada de Mario Monti al campo o su ascenso a la política representan un indudable acto de valentía del Premier y de todos los que se inspiran en su agenda, pues tendrán que transitar un camino angosto, lleno de riesgos y obstáculos. De la próxima vuelta electoral surgirá un camino angosto que en todo caso será de cualquier gobierno.

El primer obstáculo a superar es el del populismo que, en términos simplificados, indica el comportamiento de quienes buscan el consenso a través de promesas fáciles. Es populismo el de quienes están dispuestos a negar la evidencia de las influencias creadas por los mercados financieros, proponiendo la eliminación de impuestos sin indicar cómo evitar el empeoramiento de las finanzas públicas y la consiguiente pérdida de confianza en nuestro país. Pero también son populistas quienes afirman principios que nadie cuestiona, como el mantenimiento del bienestar, la lucha contra la pobreza y el crecimiento del empleo, sin señalar soluciones creíbles. De hecho, nadie podría declararse en contra de ninguno de estos objetivos, pero las promesas se convierten en populismo cuando no se molestan en indicar métodos "sostenibles" a nivel económico y social.

Tradicionalmente el concepto de populismo ha estado ligado a procesos políticos que afectan las percepciones de las clases bajas de la población que, al no tener nada que perder, suelen estar dispuestas a seguir irracionalmente a cualquier mercachifle de derecha, izquierda o centro. Sin embargo, existe un tipo de populismo que afecta a las clases medias y que califica como conformismo. Este es el segundo obstáculo que Italia tendrá que superar tras las elecciones. Habrá que evitar el conformismo de quienes invocan a Europa y la acción de mercados anónimos para imponer "recetas amargas pero necesarias", o de quienes invocan e invocarán "derechos adquiridos" sólo para no renunciar a privilegios consolidados sobre tiempo. También es conformismo de quien no quiere tomar partido y espera a subirse al carro del vencedor.

El tercer obstáculo a superar es también el del derrotismo más acentuado en Italia que en otros países. Los análisis sobre lo que está mal, sobre los costos de la política, sobre el despilfarro y las ineficiencias son saludables, pero cuando se repiten continuamente y sin indicar salidas que no sean una "catarsis cultural" que no se puede lograr en poco tiempo, conducen fácilmente a derrotismo. Los que continuamente señalan que Italia se encuentra al final de todos los rankings mundiales, olvidando o pasando rápidamente por alto las noticias que sitúan a nuestro país en los primeros puestos, que "los italianos cambian sólo cuando están al borde del barranco", o que es inherente a los italianos la actitud Gattopardesco según la cual "todo debe cambiar para que nada cambie" ciertamente no contribuye a mejorar la situación del país.

Estos tres riesgos sólo pueden evitarse con un gran ejercicio de realismo, que consiste en reconocer las dificultades del momento presente sin enfatizar constantemente que hemos salido de una fase dramática y que la situación dramática puede volver. Quien menosprecia las dificultades o quien dramatiza la situación ayuda a alimentar el populismo, el conformismo y el derrotismo desde varios frentes, enemigos jurados de la superación.

Sin duda, en periodos electorales es difícil ejercer el realismo que, sin embargo, es la única forma de fomentar la confianza a nivel internacional y dentro del país. Si se puede criticar al primer ministro Monti y a su gobierno, es la de haber insistido en exceso en las "soluciones racionales" y en la confianza que hay que ganarse a nivel internacional, olvidando que los días 24 y 25 de febrero los italianos y no los alemanes, o europeos en general, y que los electores votan no sólo con la cabeza, y ni siquiera con el estómago como no deja de decir alguien, sino que son ciertamente sensibles a los que dicen la verdad, matizan sus propias propuestas con creatividad, capaces de hacer se percibe la novedad sustancial de su mensaje.

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