comparte

Le Renard Bleu, una película de Partel Oliva para Kenzo

En este período a menudo se habla de "televisión líquida": este producto típicamente se puede colocar en este contexto. No es cine, no es televisión, es parte de un presente futuro del mundo audiovisual en pleno apogeo.

Le Renard Bleu, una película de Partel Oliva para Kenzo

El cine, a veces, es capaz de hacer milagros. Cuando en los albores del séptimo arte, a finales del siglo XIX, apareció en una gran pantalla una gigantesca locomotora que parecía querer dirigirse hacia los espectadores, pocos fueron capaces de prever que esas imágenes, esa secuencia, constituirían una de los pilares fundamentales de lo que luego se llamará "el séptimo arte". El milagro se produce precisamente en la esencia cinematográfica, en su naturaleza intrínseca: hacer inmanente lo que a veces es absolutamente transitorio, ocasional, efímero. Las imágenes grabadas en la película, o traducidas en bits como ocurre en el mundo digital, dejan una huella casi indeleble y, más aún en la era de la web, difunden y amplían su contenido y su dimensión sin medida. El milagro, desde el punto de vista audiovisual, por tanto, se produce, toma forma precisamente cuando se consigue conjugar una expresión artística volátil con otra estable, permanente.

Este es el caso de Le Renard Azul dirigido por Aceituna Partel hecho para Kenzo. La película, de 20 minutos de duración, corresponde exactamente a una lectura del cine como posibilidad expresiva en lo que comúnmente se define como “contaminación de género”. En este caso se mezclan de manera eficaz y convincente sugerencias, visiones, expresiones relacionadas con la música, la danza, el teatro. Estas mismas expresiones, especialmente el ballet, están a su vez contaminadas donde parecen referirse a Oriente en su representación más extensa, desde la vecina moda árabe hasta el lejano Japón. La dirección subraya convincentemente rostros y pinturas que, por sí mismos, sostienen el hilo conductor de la historia. Sin embargo, hay un límite en la voluntad expresa, declarada, de subrayar un simbolismo exagerado, una búsqueda de un efecto cromático, de una esteticidad que es demasiado por sí misma. Por supuesto, no deja de ser una operación cinematográfica que parte de un impulso comercial: Kenzo debe ante todo vender productos y se sabe que, a veces, la marca por sí sola puede no ser suficiente para resistir una competencia cada vez más feroz (ver las experiencias de otros sus competidores, como Gucci). Sin embargo, acogemos con beneplácito un nuevo estímulo para hacer del cine un arte que ahora se ha extendido más allá de los límites tradicionales, en géneros y en las formas en que se puede disfrutar.

https://m.youtube.com/watch?v=roYnxEjf9CE

Revisión