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¿Es la política cómplice o víctima de la burocracia? Ambos. Aquí porque

DISCURSO DE LUISA TORCHIA (Universidad de Roma 3) - La política es en parte cómplice y en parte víctima de la burocracia pero el tema central en la relación entre uno y otro es la calidad - Necesitamos una administración capaz de tomar decisiones rápidas y en un manera técnicamente confiable al servicio de la comunidad, pero la política debe renovarse.

¿Es la política cómplice o víctima de la burocracia? Ambos. Aquí porque

¿Por qué no se paga a los acreedores de la administración pública? ¿Por qué las empresas emilianas que sufrieron daños en el terremoto del año pasado no pueden obtener subvenciones públicas? ¿Por qué en L'Aquila, tres años después del terremoto, aún no ha comenzado la reconstrucción?

Debido a que la información sobre los pagos adeudados por las administraciones públicas se encuentra dispersa, fragmentada y desorganizada y aun cuando se decida pagar al menos una parte de las deudas vencidas, como exige el decreto ley n. 35 de 2013, no se sabe a quién pagar, con qué prioridades y cuánto.

Porque aun cuando se espera que los damnificados por el terremoto tengan derecho a los aportes públicos, el trámite administrativo es muy complicado y requiere mucho tiempo, del que las empresas no disponen: si no retoman la producción lo antes posible, sin esperar a la burocracia, quiebran y tienen que despedir.

Porque la reconstrucción de una ciudad como L'Aquila requiere una asunción coordinada de responsabilidades entre muchas administraciones diferentes, y cada una trabaja, en cambio, por su cuenta, a menudo tratando más de eludir la responsabilidad que de resolver el problema.

La política es en parte cómplice y en parte víctima de esta situación. Cómplice, porque muchas veces le interesa más elegir personas de confianza que directivos competentes y multiplicar los anuncios legislativos, sin preocuparse por la aplicación de las normas. Víctima, porque los burócratas, en cambio, son inducidos a cultivar una relación de confianza en lugar de ejercitar sus habilidades y enfatizar su papel, ampliando la regulación administrativa.

Así, a la confusión legislativa se suma la multiplicación de reglamentos, decretos, circulares, dictámenes y actos administrativos. Con estos actos, sin embargo, no se decide nada, pero seguimos brindando interpretaciones de las reglas y, a menudo, introduciendo nuevas obligaciones para los ciudadanos y las empresas.

Un ejemplo paradójico de esta tendencia lo proporcionan las llamadas medidas de simplificación. Estas consisten muchas veces en dejar la tarea de interpretar las normas, verificar la existencia de los requisitos y certificarlos al ciudadano oa la empresa (como en los casos de consentimiento tácito, Dia y Scia). Ante este esfuerzo, la administración puede permanecer callada e inerte, y en este caso la actividad se considera autorizada y por lo tanto puede comenzar. La incertidumbre es, sin embargo, siempre inminente, porque la administración puede verificar en cualquier momento la existencia de los requisitos y, si su interpretación difiere de la de quien hizo el pedido, la actividad puede suspenderse o incluso bloquearse definitivamente.

Para ciudadanos y empresas sin duda sería más ventajoso contar con una decisión previa de la administración, lo que sería una certeza que la autocertificación no siempre es capaz de garantizar. Sin embargo, dado que la administración italiana utiliza el tiempo a su antojo y nunca ha sido posible hacer cumplir los términos, se recurre a un expediente -consentimiento silencioso y autorizaciones tácitas- que descarga en el solicitante tanto la tarea de la investigación como la riesgo del control posterior.

El problema no es sólo y tanto permitir actuar frente a una administración inerte, sino contar con una administración capaz de tomar decisiones en tiempo y forma técnicamente confiable. Esto es tanto más cierto para las decisiones sobre cuestiones complejas: la construcción de una obra pública, una planta de producción, una infraestructura.

La cuestión central, entonces, no es si debe prevalecer una u otra en la relación entre política y administración, sino la calidad tanto de la política como de la administración (un ministro capaz, como recordaba F. Cavazzuti en este sitio, difícilmente puede ser impedido por sus administradores).

La calidad de la administración requeriría una multiplicidad de medidas, en diferentes niveles. Por poner sólo algunos ejemplos: una contratación basada en el mérito, una asignación de funciones racional y no fragmentada, una reestructuración de los procesos de toma de decisiones y también, por último pero no menos importante, un profundo replanteamiento de los controles -administrativos, contables, penales- - que a menudo funcionan como verdaderos desincentivos para asumir responsabilidades y elegir soluciones innovadoras. No es casualidad que la construcción de capacidad administrativa –capacity building, en la jerga comunitaria– se encuentre entre los fines esenciales previstos para el uso de los fondos estructurales: un territorio no puede desarrollarse sin administraciones competentes, capaces de decidir y actuar.

Además del lado, por así decirlo, interno, se pueden introducir medidas que operen en el lado externo de la relación entre la administración y los ciudadanos. La administración debería, por ejemplo, compartir su conocimiento e interpretación de las reglas desde el principio, indicando claramente en sus sitios web lo que se puede y no se puede hacer, cómo se deben preparar las solicitudes, qué solicitudes se pueden aceptar y cuáles no, y por qué. También durante el procedimiento, la administración no debe limitarse a señalar deficiencias u obstáculos, sino indicar al ciudadano cómo se pueden superar las dificultades y cómo se puede lograr el resultado. Como ha demostrado R. Cass Sunstein en el libro (Simpler: The Future of Government, Simon & Schuster, 2013) en el que relata su experiencia en la Oira durante la primera presidencia de Obama, la administración no debe limitarse a publicar las reglas, sino demostrar concretamente cómo pueden y deben aplicarse: porque la administración está al servicio de la comunidad y no al revés.

En cuanto a la calidad de la política… Spes ultima dea.

Su POLÍTICA y BUROCRACIA habló recientemente en FIRSTonline:
Julio SAPELLI (8 de mayo), Frank LOCATELLI (9 de mayo), bruno tabacci (11 de mayo), Linda LANZILLOTTA (14 mayo) e Felipe Cavazzuti (22 mayo).  

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