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11 de septiembre 10 años después del asalto a las Torres Gemelas: el terrorismo islámico es más vulnerable

Estados Unidos ha logrado resultados importantes en la lucha contra el terrorismo islámico, pero la eliminación total de la amenaza terrorista no es humanamente alcanzable. Por ello, la noticia del fracaso de un atentado o el hallazgo de un terrorista paradójicamente sigue alimentando miedos y alarmas en lugar de aumentar la confianza.

En 2001 el mundo fue tomado por sorpresa, no tanto por la gran cantidad de víctimas, sino por la horrenda espectacularidad de los atentados y luego el derrumbe televisado en vivo de las Torres Gemelas. EEUU, viéndose vulnerable, reaccionó con fuerza y ​​con excelentes razones en Afganistán y con mayor fuerza aún, pero infinitamente menos razones, en Irak.

En estos diez años los terroristas islámicos han intentado en vano replicar su “éxito”. Cometieron una terrible masacre en España y llevaron a cabo otro ataque espectacular en Londres, pero quedaron muy por debajo del umbral de 2001 y, en cualquier caso, ya no lograron golpear directa y significativamente suelo estadounidense. Más tradicionalmente, en su mayoría han masacrado a sus propios conciudadanos y correligionarios.

Objetivamente, los terroristas islámicos han sufrido graves derrotas, han perdido una parte importante de sus líderes, sus planes han sido expuestos y bloqueados, se han visto obligados a huir de sus bases de operaciones y buscar otras nuevas y, en lo que respecta a al-Qaeda, se han visto obligados a a una creciente fragmentación de su estructura logística y de mando. Los terroristas continúan operando, pero son más vulnerables y menos amenazantes. Los acontecimientos recientes en el mundo árabe también han demostrado que su influencia política e ideológica en esos países es muy minoritaria e insignificante.

El problema es que la retórica de la "guerra contra el terror" ha convencido a la mayoría de la opinión pública estadounidense y a gran parte de la opinión europea de que el objetivo debe ser mucho más ambicioso, es decir, la eliminación y no sólo la reducción de la amenaza terrorista. Este objetivo "perfecto" no es humanamente alcanzable, pero precisamente esto aumenta la sensación de peligro, el terror de la población, incluso en caso de éxito. Es paradójico, pero la noticia de un atentado fallido o de un terrorista descubierto en vez de aumentar la confianza alimenta la sensación de alarma, porque confirma la permanencia del “enemigo”.

Necesitamos salir de esta espiral perversa y comenzar a aceptar el hecho de que el terrorismo (islámico y de otro tipo) es solo una de las muchas amenazas presentes en nuestras sociedades y que, como tal, puede circunscribirse y reducirse, pero no eliminarse por completo. Entonces descubriríamos que, en la escala estadística de amenazas mortales que nos pesan, es ciertamente espectacular, ¡pero también una de las menos importantes!

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