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El Teatro-Museo de Figueras, testamento artístico de Dalí

¿Y el buzo en traje de buceo apoyado en la balaustrada del primer piso? ¿Un mensaje intimidante? No exactamente, más bien una bienvenida a los visitantes que sólo encontrarán sorpresas y aturdimientos.

El Teatro-Museo de Figueras, testamento artístico de Dalí

Salvador Felipe Jacinto Dalí nació en el pueblo de Figueras 11 de mayo de 1984, lugar de su infancia pero también de su memoria. Se trasladó primero a París, luego a Estados Unidos y finalmente a Port Lligat, en la Costa Brava, siempre acompañado de su mujer Gala.

En 1961 decide regresar de visita a su querido pueblo natal, aquí su bigote de "antenas" -como él mismo las llamaba- comenzó a vibrar al ver los restos arquitectónicos del Teatro Municipal, y sin pestañear decidió quería construir aquí su museo.

En primer lugar, soy un pintor eminentemente teatral. Luego, el teatro está justo enfrente de la iglesia donde fui bautizado, finalmente, en el foyer de ese teatro expuse mis pinturas por primera vez.

Tras varias negociaciones con el ayuntamiento de Figueras, el gobierno español también se involucró para conceder al artista lo que quería.

El maestro donó una colección de sus pinturas al municipio, mientras que el municipio le pagó un millón de pesetas que, junto con otros treinta y tres millones del Estado, sirvieron para restaurar el teatro y convertirlo así en museo. Los dibujos del nuevo edificio fueron realizados por el propio Dalí, todo acorde a su extravagancia.

El 28 de septiembre de 1974, el proyecto quedó así listo para ser inaugurado. Sentado en un trono dorado con un bastón que perteneció a Sarah Bernhardt en la mano, el maestro dijo a los invitados presentes "Me gustaría que este museo se convirtiera en el centro espiritual de Europa". De hecho, su intención era verlo como un campo de entrenamiento para la imaginación, para la cual estaba especialmente dotado, un lugar para tocar las almas y estimular la mente en una especie de profunda ironía del intelecto. ¿Tal vez?

Sus contradicciones formaban parte de su ser, como la cúpula geodésica gris colocada sobre el viejo edificio rosado, una cabeza sobre un cuerpo equivocado. No hablemos de los grandes huevos de avestruz como almenas de un castillo. Sin deformidades, solo un detalle, como un "clavo" en el ojal de una chaqueta.

Y si queremos perder el equilibrio, basta con detenerse y mirar el techo de la Sala Noble, titulado "Eu Palu del Vent“, una representación real de Dalí de cuyo abdomen salen unos cajones volcados, mientras Gala gira en el cielo. Ambos ascienden hacia la tramontana (viento que sopla por la llanura ampurdanesa en torno a Figueras) con una ofrenda de monedas. Todo es muy claro en su significado, Dalí salda su deuda con su lugar de origen, dándole también toda la fortuna.

El museo no ofreció ningún tipo de guía escrita, porque según Dalí las palabras solo están para confundir. Al fin y al cabo, la capacidad de involucrar al espectador es automática con solo observar la complejidad de las obras expuestas, que al final se convierten en meros custodios de un surrealismo bien declarado. De hecho, Dalí parece querer preguntar a cada visitante dónde está el límite entre la realidad y la ilusión: "Ilusiones ópticas perfectas, realidad burlona".

Cuando el maestro aún vivía, le encantaba ir al museo todas las semanas, comprobando que todo estaba en el lugar "equivocado". Un día mandó quitar los radiadores y sustituirlos por montones de cucharillas de café… o no cobrar la entrada sólo el día de la Epifanía.

Tras su muerte y la de Gala, todos sus bienes, incluida la Torre de Gorgot así como innumerables obras de arte, pasan a formar parte de la Fundación Gala y Salvator Dalí.

Su teatro -es decir, el museo- representa todos los días varias comedias no escritas, donde los protagonistas -las obras- cambian según desde donde se las observe, a veces tan burlonas como para reflejarse y reconocerse. Pero lo más sorprendente es que con su “Obra” realmente logró definir la espiritualidad de Europa, compleja, excéntrica ya veces exagerada, hasta el punto de no ser comprendida, como sucede hoy.

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