En los próximos nueve meses, la agroenergía podría ahorrar hasta 40 millones de toneladas de CO2 en Italia. Así surgió del taller “De re rustica: energía, innovación y gobernanza” organizado por Enea que promovió un análisis del papel estratégico que puede jugar la agricultura en el desarrollo energético de nuestro país.
Junto con otras asociaciones, Enea destacó que el sistema agroalimentario requiere un consumo energético en torno a los 20 Mtep, de los cuales 16 Mtep proceden de empresas agrícolas y 3,1 Mtep de la industria alimentaria para una facturación total que aporta más del 12% del PIB.
Según Giovanni Lelli, comisario de Enea, el peligro de una deriva energética de la empresa agrícola requiere la necesidad de optimizar la gobernanza existente para la mejor valorización del sector, supervisar el uso coherente de los incentivos gubernamentales para las energías renovables y evitar un a menudo ocupación descontrolada de tierras agrícolas y un aumento desmedido de las producciones no alimentarias, que atentan fuertemente contra el desarrollo sostenible del sistema agrícola y rural de nuestro país”.
El Plan de Acción Nacional de 2010 para las energías renovables preveía un porcentaje del 45% de toda la energía renovable producida para 2020 en términos de electricidad, calor y biocombustibles provenientes de la cadena del sistema agrícola. En concreto, se ha calculado una contribución a la política energética europea para 2020 por un ahorro energético procedente de fuentes fósiles de unos 14 Mtep y un beneficio medioambiental determinado por la reducción de unos 40 millones de toneladas de C02 en la atmósfera.