Así vivimos la visita a aquel antiguo taller que se vendió en los años 20 para regalarle a Enzo su primer coche de carreras, un paseo por dentro de su genio creativo. Un hombre, Enzo, que si se vincula a su apellido ya su criatura, Ferrari, nos parece que lo encierra en un estereotipo casi reduccionista. Reductivo en el sentido de que el hombre era un artista incluso antes de ser un constructor de autos de carreras que se convirtieron en los más rápidos del mundo.
Paseando por su vida, entre películas, motores, fotos antiguas y coches, era como si él mismo hubiera estado junto a nosotros para explicarnos cada detalle de sus maravillas con todo lujo de detalles. Obras de arte creadas en su imaginación mil veces antes de poner la mano en el lápiz para diseñarlas. Enzo ya tenía su esplendor en la mente, en el canto de los motores y en los matices de detalles aparentemente insignificantes; sólo dejó al azar el factor desconocido de la victoria.
Quería experimentar la emoción de la carrera escudriñando las carreras desde su estudio en la más completa privacidad, casi como si quisiera perder; como si no quisiera quitarle el placer de intervenir meticulosamente en los motores para averiguar qué había salido mal. Aquí en un instante han pasado los noventa años de su vida. Sí, el informe de la visita realizada a Módena en el Museo Enzo Ferrari, queremos guardarlo celosamente en el cajón de las cosas queridas con nuestra etiqueta muy personal: "El Museo Enzo".
Quienes lo deseen pueden "escuchar" el reportaje de la visita al Museo Ferrari pinchando en MANIFIESTO12
