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CICLISMO – Paris-Roubaix, el favorito de Kristoff pero Wiggins es la superestrella

CICLISMO - El noruego, en plena forma, aspira a repetir el triunfo obtenido en el Tour de Flandes - Pero todas las miradas están puestas en el baronet que quiere llevarse un éxito de prestigio en su última carrera en ruta: entonces solo pensará en el récord Ahora .

CICLISMO – Paris-Roubaix, el favorito de Kristoff pero Wiggins es la superestrella

Solo puede ser que el alexander kristoff, el favorito de los París-Roubaix el número 113 que se corre este domingo. El triunfo en el último Tour de Flandes, repetido a mitad de semana en el Scheldaprijs, dotó al noruego, ya de por sí extraordinario velocista, de una nueva dimensión competitiva. Ausente Tom Boonen, recordista de adoquines con cuatro victorias junto a Roger De Vlaeminck, aún fuera, por el sonado accidente, Fabian Cancellara que soñaba a principios de temporada con jugar al póquer también, Kristoff deberá tener cuidado con los rivales ya ha batido en la Ronde di el pasado domingo: en primer lugar a Niki Terpstra, el holandés que el año pasado llegó solo al mítico velódromo de Roubaix, tras haber sorprendido a todos, con los puestos de honor Cancellara y Degenkolb, el alemán del Team Shimano-Alpecin, ganador de Sanremo, que junto a Zdenek Stybar es el más cotizado tras Kristoff en las apuestas de la víspera, ambos dados a 9 frente a los 5,50 del noruego.

Boom, Van Avermaet, Sagan, Thomas son los otros nombres más populares para el pavé muy clásico. Pero si Kristoff es el súper favorito, este personaje de Roubaix es para todos Bradley Wiggins, que ha situado en lo más alto de sus objetivos el clasicísimo recorrido empedrado, la que será su carrera de despedida de la carretera antes de dedicarse al ataque al récord de la hora. Para él, Pinarello ha preparado una bicicleta con amortiguadores especiales que el Team Sky ya probó en Fiandre. El baronet inglés no ha dejado nada al azar, estudiando minuciosamente los 27 sectores asfaltados, que ya ha abordado en seis ocasiones sin demasiada convicción. Pero tras el noveno puesto del año pasado, a Wiggo se le metió en la cabeza y en el corazón la idea de poder salir de la bici con una hazaña, ganar la Roubaix, lo que enriquecería no solo su ya rico palmarés sino la leyenda del ciclismo. Nunca como este año Wiggins había pesado y probado el pavé, 52,7 km de piedras irregulares, divididos en 27 sectores repartidos en los 253 km de recorrido desde Compiègne hasta la meta en el velódromo de hormigón de Roubaix, dedicado a Jean Stablinski, un tiempo de Bobet y Anquetil.

Wiggo, muy querido en Inglaterra, galardonado con el título de baronet por la Reina, nunca ha estado tan fuera de su patria. Pero este domingo serán muchos, no solo los ingleses, los que le vitoreen cuando se enfrente al fabuloso Bosque de Arenberg o al mortal Carrefour de l'Arbre, con Mons en Pevele, los tres sectores empedrados con dificultad cinco estrellas. El mismo hecho de haber vuelto a ser el centro de atención de las primeras páginas deportivas es un premio debido a un atleta que nació en la pista, donde ha acumulado victorias y medallas, y pasó a la carretera casi sin llamar la atención, salvo en competiciones contrarreloj, antes de explotar en la temporada 2012 a los 32 años cuando, como por voluntad de Dios y de la Reina, parecía predestinado a ganar todo lo que había que ganar: París-Niza, Tour de Romandía, Criterium du Dauphiné, Tour de Francia, el primer inglés en vestir el maillot amarillo en París. Y la fiesta continuó con la medalla de oro en la contrarreloj olímpica de Londres. El ciclismo era él. Pero cuando todo el mundo pensaba que era el gran favorito en el Giro de Italia 2013, que arrancó muy bien con el éxito en la contrarreloj por equipos de Ischia, el mito se hizo añicos. Debió ser la mala suerte, debió ser la lluvia (o incluso la nieve) lo que arremetió contra la carrera rosa, Wiggins mostró de repente una fragilidad comprensible en un neófito, no en un campeón que lo había ganado todo el año anterior. Cuando Wiggins abandonó el Giro, Nibali ya vestía el maillot rosa con una ventaja abismal sobre el inglés. Prácticamente desde entonces Wiggo desapareció de las carteleras de las grandes carreras. Su equipo ahora apostaba todo por Chris Froome, quien en realidad ya el año anterior en el Tour había dado la impresión de tener mucha más cerveza que su propio capitán. Team Sky había decidido hace mucho tiempo usar Wiggins para carreras paralelas como el California Amgen Tour del año pasado, que Wiggo ganó debidamente. Pero a estas alturas el Giro y el Tour estaban cerrados para el Baronet que quizás le hubiera gustado intentarlo una última vez. Ahora a Wiggins solo le queda Roubaix. Por eso el ciclismo se prepara para escribir este domingo un capítulo más de su historia infinita sobre los desnivelados adoquines del Norte.

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