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"En la bifurcación. Trabajo, unión y representación en la Italia de hoy"

Mimmo Carrieri y Paolo Feltrin documentan en un nuevo libro, publicado por Donzelli, la disminución de la tasa de sindicalización en varios países europeos debido tanto a las tendencias económicas como al cambio de paradigma del sindicato que se encuentra en la encrucijada entre ser un proveedor de servicios o recuperar un papel de participación, a través de la negociación, en los cambios económicos y sociales en curso

"En la bifurcación. Trabajo, unión y representación en la Italia de hoy"

"En la bifurcación. Trabajo, sindicato y representación en la Italia de hoy”, publicado por Donzelli, es un libro bien documentado, actualizado y problemático que saca el debate sobre el sindicato de las brumas cimerias de la ideología, la demagogia política instrumental y el minimalismo operativo. Sus autores Mimmo Carrieri y Paolo Feltrin nos ofrecen un cuadro empírico comparado de la evolución de los modelos político-organizativos que han llegado a definirse en los sindicatos europeos, con algunas incursiones en los Estados Unidos, a la luz de los profundos cambios inducidos por la crisis económica en la estructura productiva, del mercado laboral y del bienestar.
El hecho sobresaliente que se desprende es el importante descenso de la afiliación sindical, aunque en distinta medida en los distintos países y, en algunos casos, frente a un aumento de afiliados en términos absolutos. La curva de la tasa de sindicalización en casi todos los países europeos muestra una fase ascendente que culmina aproximadamente entre principios de los años 80 y 90 cuando comienza la parábola descendente, aunque con tendencias diversificadas, que continúa hasta nuestros días cuando hay una ligera mejoría. En la base de esta tendencia se encuentran factores relacionados con el ciclo económico, pero sobre todo los cambios estructurales en el mercado de trabajo, el sistema empresarial y la organización productiva inducidos por la globalización y por los efectos del surgimiento de las tecnologías de la información y la comunicación en las que la el sociólogo Castel la define como la "sociedad de la información".

Estos nuevos arreglos se injertan en las especificidades de las realidades nacionales individuales en cuanto a la estructura de las relaciones laborales y en cuanto a los dispositivos institucionales que regulan la acción sindical. El análisis de las tasas de sindicalización en los países europeos muestra que “la representatividad del sindicato es más fuerte donde amplía su misión extendiendo su protagonismo a los momentos, funciones y servicios que regulan el acceso y salida del mercado de Trabajo”. Tendencia inversa a la de la función política contractual, que debería constituir el eje principal y el rasgo identitario de la actividad sindical y que en la percepción de la opinión pública, apoyada en indicadores cuantitativos, muestra un evidente declive.

Este proceso se encuentra en la mayoría de los sindicatos europeos, donde el grado de institucionalización de la actividad sindical, a través de la negociación colectiva, está generalizado y consolidado, pero, sorprendentemente, también en Italia, donde la escasa eficacia de la actividad contractual, sobre todo a nivel nacional nivel, en la producción y redistribución de la renta, en la potenciación de la profesionalización y en el aumento de la productividad, como elemento fundamental para el crecimiento de las inversiones y por tanto del empleo, ha acentuado y desarrollado el papel del sindicato como proveedor de servicios de apoyo y de protección individual o colectiva. El aumento de su oferta responde a una necesidad de personalización de relaciones y servicios que surge de la crisis del bienestar, a su vez, inducida por la globalización y la informatización de la sociedad y la economía que está derrumbando el sistema estandarizado y jerarquizado de producción y distribución. Se trata, por tanto, de una adecuación de las funciones y estrategias sindicales que corresponde a una cuestión objetiva, pero que implica un cambio de paradigma global y por tanto también de la actividad político-contractual. Un desequilibrio de las políticas sindicales hacia las actividades de servicios, acompañado de una tendencia, que apareció clara, por ejemplo, en el conflicto con Fiat de la FIOM de Landini, con la reticente cobertura de la CGIL, a transformar las disposiciones contractuales en derechos "desplazando el centro de gravedad de los intereses de los trabajadores y pensionados desde el ámbito de la negociación sindical hasta el de la tutela judicial” puede favorecer y fortalecer las tendencias empresariales, debilitando aún más la capacidad de contribuir a regir los procesos de desarrollo económico y crecimiento del empleo.

Los autores describen en detalle la expansión del área y de la (bastante impresionante) gama de servicios que los sindicatos ofrecen a los trabajadores, tanto afiliados como no, subrayando la tendencia a ampliar los servicios ofrecidos también a los ciudadanos en una lógica de mercado, en ante la manifiesta insuficiencia de las estrategias e instrumentación de negociación a nivel sectorial y territorial y la fuerte reducción del papel confederal tras el abandono por parte del Gobierno del método de concertación a nivel nacional. Al respecto, el hecho de que se tarden años en renovar los convenios colectivos de la categoría con beneficios económicos que acaban igualando las pérdidas, o poco más, por huelgas y mejoras normativas muchas veces muy inferiores a las ya conseguidas no dice nada. algo en este sentido a nivel de empresa y queda obsoleto por la evolución de los procesos productivos y la innovación tecnológica? Es evidente que los convenios colectivos nacionales de la categoría no logran regular la variedad de relaciones laborales y de los perfiles normativos y salariales que se desarrollan en el sistema empresarial y en el territorio.

La empresa es el eje de las relaciones laborales y es la visión de la naturaleza y el papel de las empresas lo que determina su modelo y relación con el sistema social y económico y los valores y prioridades individuales y colectivos. Es por tanto la negociación descentralizada a nivel de empresa y territorial el centro de la actividad político-negociadora y no el acuerdo de categoría nacional el que debe, en cambio, desplazar el eje de su acción hacia la elaboración y promoción de estrategias generales en el campo político-institucional. . El supuesto de este paradigma es que la empresa no es la contraparte del sindicato y del trabajador, sino una institución que debe regirse a través de la interacción de los sujetos que le pertenecen en diversas capacidades y con intereses propios y por tanto con cogestión e instituciones de participación financiera y organizativa, internamente cuando tenga el tamaño adecuado o en un contexto territorial si es pequeño. Desde este punto de vista, la "Ley consolidada sobre representación" elaborada por las tres organizaciones confederales CGIL-CISL-UIL fue ciertamente un paso adelante, aunque no logra una clara elección, a favor de la empresa, sobre los niveles de negociación y, por tanto, sobre modelos de representación y formas de participación y pretende lograr una coexistencia hipertrófica de todas las opciones, condenándose a una probable parálisis que sólo puede evitarse mediante una disposición legislativa, como lo exige el artículo 39 de la Constitución. Sin embargo, si se decide meter la mano en este artículo, no se debe olvidar que también existe un artículo 40 que afirma el derecho de huelga, pero en el marco de las leyes que lo rigen y un artículo 46 que prevé el establecimiento de los consejos de administración en las empresas. Puede que la nuestra no sea la constitución más hermosa del mundo, pero no se puede decir que carezca de coherencia, cualidad de la que han carecido hasta ahora nuestros legisladores. Sin embargo, el abandono del consociativismo y la concertación ofrece hoy al Gobierno, al Parlamento ya los partidos políticos una nueva oportunidad que ni siquiera los sindicatos deberían desaprovechar.

En conclusión, esta investigación profunda y, en muchos sentidos, inédita nos dice muchas cosas nuevas sobre quién es realmente el sindicato y qué hace, más allá de la imagen que tiene y quiere dar de sí mismo y plantea interrogantes sobre cuál es su rol social y su capacidad para representar los intereses y aspiraciones de las clases sociales a las que se refiere, internamente y en campo abierto. Del extenso análisis contenido en el libro, se desprende que el gremio está desarrollando una doble naturaleza: la, en expansión, de prestadora de servicios y la, en declive, de protagonista político-contractual de los procesos de producción y redistribución de la renta: el correo en juego es la capacidad de enfrentar los efectos de las transformaciones de la economía bajo la presión de la globalización, de la revolución. ciencia y tecnología, procesos innovadores, igualdad social, trabajo y empleo, bienestar y estado del bienestar, medio ambiente y salud. Desde este punto de vista, se puede argumentar que el sindicato se encuentra efectivamente en una encrucijada: entre convertirse cada vez más en una estructura de servicios y recuperar un papel de participación y cogestión, a través de la actividad político-contractual, de los bienes económicos, sociales y sociales. cambios culturales en marcha Me parece que la tesis de este libro es que lo que podría ser una alternativa peligrosa es, en cambio, una gran oportunidad: esperemos que el sindicato sepa aprovecharla.

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