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Actuar sin coste en defensa del salario: dos medidas para impulsar el poder adquisitivo

Los salarios de los italianos se encuentran entre los más bajos de Occidente, superados incluso por los de España e Irlanda - La causa principal es la práctica de concertación entre los interlocutores sociales - El gobierno, con dos medidas específicas, podría devolver el poder adquisitivo a los trabajadores.

Actuar sin coste en defensa del salario: dos medidas para impulsar el poder adquisitivo

Los salarios italianos están entre los más bajos de los países occidentales. La confirmación llega, periódicamente, de organismos internacionales y centros de estudios económicos, que demuestran que son superados con creces no sólo por Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Escandinavia, sino también por aquellos países que hasta hace veinte años eran en línea con Italia como Francia y Austria, o por debajo como Bélgica, Irlanda y España.

La la principal causa de esta situación se identifica generalmente en la denominada cuña fiscal, o en la diferencia entre el salario neto percibido por el trabajador en la nómina y el costo total soportado por la empresa, gravado por la tributación directa e indirecta y por las cotizaciones a la seguridad social, así como por la baja productividad laboral. Porque el El costo de la mano de obra ahora representa en promedio solo el diez por ciento de los costos totales de una empresa.Sin embargo, tras la automatización industrial generalizada y/o la externalización de los procesos organizativos, la cuña fiscal por sí sola no es suficiente para explicar la dinámica salarial atrofiada de los últimos veinte años.

La causa raíz debe ser identificada en la práctica de "concertación" iniciada por el entonces Gobierno de Ciampi en 1993 y aún hoy invocada por muchos como método para implementar reformas laborales Desde entonces, la concertación entre los interlocutores sociales ha tenido como objetivo la regulación salarial, delegando a la negociación nacional la cobertura de la inflación con el aumento de los salarios mínimos, ya la empresa negociando los incrementos salariales ligados a la rentabilidad y productividad de la empresa.

En realidad, el método concertado ha demostrado toda su debilidad y peligrosidad (según el juicio del Prof. Mario Monti hace algunos años) en no saber cómo tratar los problemas de competitividad, productividad y flexibilidad de las empresas, ya que, asumiendo el consentimiento de todas las partes interesadas (Cgil y sus organizaciones de categoría) continuó a favorecer la negociación salarial nacional en detrimento de la negociación de empresa.

El resultado fue que, con el fin de obtener el consentimiento de todos los sindicatos, los contratos laborales nacionales se renovaron por varias rondas con aumentos salariales superiores a la inflación prevista y real, justificando los diferenciales incrementales con supuestos incrementos en la productividad de los sectores manufactureros (¡sic!) en detrimento de los recursos económicos destinados a la productividad salarial de la negociación empresarial. 

Así, con un sistema que ha mantenido el arquetipo del siglo XX, querido por el viejo sindicalismo, de la mediación del contrato nacional con el salario desligado de las realidades individuales de la empresa, se ha quitado espacio en los últimos veinte años a la dinámica evolutiva de los salarios ligada a las nuevas formas de motivación e incentivos, provocando la caída de los salarios italianos en comparación con los de nuestros países competidores occidentales.

El acuerdo interconfederal de 2009 sobre la reforma del sistema contractual firmado por Confindustria, Cisl y Uil, pero no por la CGIL, ha intentado remediarlo, anclar la renovación del contrato nacional únicamente a la cobertura inflacionaria y dejar la definición del salario de productividad a la negociación de la empresa, como ocurre en todos los países europeos, incluida Alemania que desde hace unos años también ha abandonado la práctica del contrato nacional en favor del societario, al menos en las grandes empresas.

Los contratos nacionales firmados después de la firma del acuerdo interconfederal han sin embargo, el objetivo no se cumplió, demostrando la reticencia del sistema empresarial y sindical a cambiar: todos los contratos, excepto el de los metalúrgicos, de hecho han sido renovados reconociendo incrementos salariales superiores a la inflación programada según la vieja lógica, manteniendo la supremacía del contrato nacional sobre el societario y obteniendo a cambio la firma del varias categorías de productos de la CGIL, a pesar de que la propia CGIL no había firmado el acuerdo interconfederal sobre la reforma del sistema contractual.

Además, elLa temporada de arranque de renovaciones de contrato en casi todas las categorías, que ya había comenzado con las telecomunicaciones para terminar dentro de un año con las metalúrgicas, podría ser una oportunidad, aunque con márgenes estrechos ante una fuerte recesión, para relanzar el salario de productividad en el ámbito empresarial, según las reglas establecidas por el convenio interconfederal de junio-septiembre pasado sobre negociación colectiva, suscrito esta vez por la CGIL.

También el Gobierno podría hacer su parte con dos medidas, sin coste alguno, para incentivar el crecimiento de los salarios y contribuir al relanzamiento del consumo a través de una tributación preferencial del salario de productividad. El Gobierno debería reintroducir la tributación facilitada del tipo del 10%, vigente en los años 2008 a 2011, para la parte del salario empresarial vinculada a la productividad y otros elementos de competitividad. Al no prorrogar esta concesión para 2012, el Gobierno de hecho ha gravado las nóminas de los trabajadores con una carga fiscal mayor de alrededor de dos puntos porcentuales, dado que el salario de productividad y cualquier trabajo de horas extras exento de impuestos fluctúan en promedio entre el 10 y el 15 por ciento del salario. .

Otra medida a tomar sería incorporar la parte devengada de la indemnización por años de servicio al salario mensual. Por un período temporal, y hasta que termine la fase recesiva, la cuota mensual de la indemnización por años de servicio (severance indemnization) en lugar de que las empresas del INPS pudieran pagarla directamente a los trabajadores en nómina, con el régimen fiscal separado de la indemnización por despido. Se podría adoptar una disposición similar, también de manera temporal, para los trabajadores que hayan optado por el pago de la cesantía a un fondo de pensiones en lugar del INPS, de esta forma se incrementaría el salario mensual en un 7,5 por ciento por el valor de la indemnización por despido, lo que, sumado a la ventaja de la desgravación de los salarios de productividad, supondría un incremento neto de la nómina de alrededor de 10 puntos porcentuales.   

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