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Autobús escolar, Bataclan, Macerata: la verdadera aritmética del terror

¿Quiénes son realmente los enemigos de nuestra seguridad en Italia y en Europa? La respuesta no es obvia como se desprende del nuevo libro "Síntomas mórbidos - Nuestra historia de ayer y los signos de la crisis de hoy" del historiador inglés Donald Sassoon - En realidad odiamos los rumores pero los números revelan otra realidad y en la base de la ideología del terrorismo importa más que la economía

¿Tiene razón ese tipo de la sudadera (ahora se me escapa el nombre) al decir que debemos tener más miedo al Isis que a los supremacistas, más a los islamistas que a los islamófobos? ¿Que hoy, en Italia y en Europa, es mucho más probable un nuevo Bataclan que una masacre como la de Christchurch? ¿Deberíamos tener más cuidado al subirnos a un autobús escolar conducido por un hombre negro que caminar por el centro de Macerata cuando hay un pistolero blanco cerca? ¿Es cierto que un turista en el metro de Londres, sentado junto a un hombre de Oriente Medio con una mochila, se arriesga más que un quiosco de los Campos Elíseos en medio de los terroristas de chalecos amarillos tan queridos por Giggino? En definitiva, ¿quiénes son los verdaderos enemigos de nuestra seguridad? Intenta preguntarle a Donald Sassoon. La respuesta que nos da en su último libro "Síntomas moriscos (Garzanti, subtítulo En nuestra historia de ayer los signos de la crisis de hoy)", es todo menos obvia.

“La mayoría de las víctimas de los terroristas en Europa Occidental desde 1970 –escribe el gran historiador inglés– no han sido asesinadas por yihadistas, sino por miembros de diversos grupos separatistas (nacionalistas irlandeses, grupos paramilitares protestantes del Ulster, separatistas vascos) o por neofascistas y grupos de extrema izquierda en Italia. En Irlanda del Norte, entre finales de la década de 3720 y finales de la de 47.541, murieron XNUMX personas, al menos la mitad de ellas menores de veinticinco años, y XNUMX resultaron heridas. Estas son las cifras de una "guerra de baja intensidad" (que esperamos no se reanude con el Brexit) librada en el corazón de Europa entre personas de una misma etnia y nacionalidad.

Y si a estas alturas en nuestra mente los términos "terrorista" e "islámico" forman un par indisoluble, el asesinato en masa más aterrador en este rincón del mundo es el perpetrado en Noruega en 2011 por Anders Behring Breivik, un neo-islamofóbico. Nazi, como es lógico, utilizado como modelo por los asesinos de Christchurch. Setenta y siete personas de un solo golpe, logró exterminar a Breivik, casi todos jóvenes activistas del Partido Laborista). Incluso en Estados Unidos, recuerda Sassoon, antes del 19 de septiembre, el ataque terrorista más sangriento fue el de la ciudad de Oklahoma, el 1995 de abril de 168: 680 muertos y XNUMX heridos.

El atacante, Timothy McVeigh, no era musulmán ni mexicano ni árabe. Era un veterano de la Guerra del Golfo, de piel clara, aficionado a las armas y hostil al gobierno centralista. El tiroteo más mortífero en EE. UU. causado por un solo individuo ocurrió en Las Vegas el 1 de octubre de 2017: cincuenta y nueve muertos y más de 500 heridos. Sin embargo, nadie habló entonces de terrorismo, porque el asesino era un contador blanco muy normal de sesenta y cuatro años, nacido y criado en suelo estadounidense.

El miedo al musulmán, al inmigrante, es una de las palancas más formidables del aparato propagandístico de ese señor de la sudadera, y de sus compinches por toda Europa. Sassoon expone su falta de fundamento. La retórica de la invasión, de la islamización, se abre camino en los corazones y los vientres, pero no en las mentes pensantes. Solo haz los cálculos. Solo el 17% de los refugiados de todo el mundo llegan a nuestro continente (16% en EE. UU.), frente al 30% en África, el 26% en Oriente Medio y el 11% en Asia y el Pacífico. Entre 2014 y 2017, 22.500 inmigrantes murieron al intentar cruzar el Mediterráneo. Y la cifra va aumentando día a día, digan lo que digan los boletines de Viminale al respecto.

Ellos son los "sumergidos", no nosotros que estamos parados en tierra firme. Otra figura mencionada por Sassoon es la tendencia paradójica de la "tasa de islamofobia". Cuantos menos musulmanes hay en un país, más extendido es el odio hacia ellos. Odiamos un estereotipo, un tipo humano que solo hemos visto en la televisión y nunca conocemos. Odiamos de oídas. En el primer lugar del ranking de odio se encuentra Hungría, con un 72% de ciudadanos que declara sentimientos negativos hacia los musulmanes (equivalente al 0,1% de la población). Le sigue Italia, con un 69% (los musulmanes son un 3,7%) y Polonia, islamófoba con un 66% con un 0,1% de inmigrantes de religión islámica. La tasa de odio desciende drásticamente (28-29%) precisamente en países, como Francia, Alemania y Reino Unido, donde las comunidades musulmanas son más consistentes (7,5%, 5,8% y 4,8% respectivamente) y donde, además, la Los terroristas islamistas ya han atacado.

El crecimiento de los partidos antiinmigrantes, concluye Sassoon, no puede explicarse únicamente por preocupaciones sobre la economía. Más bien, está vinculado a factores ideológicos, la percepción de un ataque a la identidad nacional y su uso por parte de los políticos "en lo que el historiador Richard Hofstadter ha descrito como el estilo paranoico".

El problema es que esta paranoia ahora se ha convertido en sentido común y no es fácil erradicarla respondiendo a los aullidos de las multitudes enojadas con el lenguaje tranquilo de los números y las estadísticas. Las percepciones son más fuertes que cualquier verificación de hechos. Sobre todo si se magnifica con información cínica, que monta la paranoia para ganar audiencia. Es por eso que los terroristas de derecha, los supremacistas, los racistas armados como Traini, no pueden ser subestimados o descartados como lunáticos solitarios. Porque sus consignas no son tan lejanas a las de la mayoría en el poder hoy. Se sienten legitimados de alguna manera, se mueven (como dijeron alguna vez las Brigadas Rojas) como pez en el agua, contando con acumular muchos likes en Facebook. Incluso cuando matan.

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