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Escuela y meritocracia, los grandes desaparecidos de la campaña electoral

Grillo e Ingroia se entusiasman con la escuela, pero los programas electorales del Pd (frenado por el conservadurismo de la CGIL) y del Pdl sobre los problemas de la educación y la investigación también decepcionan en gran medida - Solo en la agenda de Monti emerge la concepción de la formación como palanca de desarrollo y la de la meritocracia como motor de renovación

Escuela y meritocracia, los grandes desaparecidos de la campaña electoral

Un invitado de piedra deambula en la vorágine de la tormenta electoral, pero permanece apenas visible en el escenario monopolizado por las invectivas sobre impuestos y economía que intercambian los contendientes con spreads e IMUs. Se habla poco de la escuela y se le da poco espacio incluso en los programas electorales que se limitan a declaraciones de principios generales y genéricas sobre la prioridad y centralidad de la educación y la formación. Todos estamos de acuerdo en esto, pero todos también esperan escuchar más sobre lo que significa centralidad y prioridades. Los programas-proclamaciones de los partidos, en cambio, no ponen en primer plano la educación y la formación, a diferencia de lo ocurrido en el pasado reciente. Lo que sobre todo se calla o se dice superficialmente es el punto crucial de la escuela, la valorización del mérito del que deriva la calidad de la educación impartida y el desempeño profesional de los docentes. La meritocracia es la medida de la verdadera oportunidad de igualdad y desarrollo escolar pero aún asusta a muchos.

Y si se da amplio espacio al trabajo y al paro juvenil, casi ninguno de los programas electorales se atreve a resaltar hasta qué punto el vínculo entre crecimiento y formación es un tema estratégico para el desarrollo y el empleo. ¿Un silencio freudiano que revela el sustancial desinterés por los problemas profundos de la escuela?

Ni que decir de los programas de los que, como el de Grillo o el de Ingroia, deliran con la abolición de todo, a partir del valor jurídico de las cualificaciones educativas. Pero incluso entre los principales contendientes, Pd y Pdl, debe señalarse que el panorama de propuestas parece bastante decepcionante.

El partido de Bersani proclama que partirá "en la próxima legislatura de un plan extraordinario contra el abandono escolar prematuro, especialmente en las zonas de mayor infiltración criminal, de la puesta en marcha de medidas operativas por el derecho a estudiar, de una inversión en investigación avanzada en el sectores impulsores y mayor contenido de innovación.” Propuestas en principio compartibles pero tan obvias que se pueden encontrar en cualquier manual de preparación de preguntas psicopedagógicas de bachillerato (antiguas maestrías). Los demócratas también dicen que quieren poner fin a quince años de reformas inconclusas y contradictorias. Aparte de que entre éstas también están las nada negativas disposiciones del ministerio Fioroni, la Pd no dedica una palabra al mérito como si fuera un demonio a exorcizar. Este es un nervio en carne viva del Partido Demócrata, pero en este silencio helado parece agarrar la mano de la CGIL que siempre desata su más feroz conservadurismo contra el mérito y todas las reformas, incluso las buenas, siempre que se llamen reformas.

La peor actuación, sin embargo, es la del partido de Berlusconi que ya en 2001 había endilgado al electorado el bulo de las tres "i". La palabra "mérito" sí se pronuncia, pero sólo se evoca sin ningún efecto práctico. El programa del PDL diluye todos los aspectos específicos y cruciales de la escuela en propuestas de desgravación fiscal y curva los temas asistenciales, mostrando cuál es su caballo de Troya en esta campaña electoral, el tema tributario aderezado en todo tipo de formas. Promete vales o créditos fiscales para escuelas y universidades para promover la libertad de elección educativa de las familias y hacer que los gastos de educación y formación de los hijos sean totalmente deducibles de la renta imponible. Todo al estilo de la televenta, "y hasta te doy una plancha".

En este panorama gris, alguna esperanza surge de la Agenda Monti que dedica un capítulo acorde con todo el documento a la escuela, aunque las declaraciones presenten una vaguedad tal vez inevitable. Sin embargo, el propio íncipit es significativo: “La educación, la formación profesional y la investigación deben tomarse en serio”. El desarrollo del razonamiento revela la centralidad de los puntos estratégicos: la educación y la formación como palanca para competir con otros países con menores costos laborales y la calificación laboral como motor para la realización de las propias aspiraciones. La identificación de los elementos fundamentales sobre los que intervenir da concreción al documento de Monti. Pero sobre todo, se traza con certeza el camino para llegar a la valorización del mérito, tanto de docentes como de alumnos. La remotivación de los docentes y la calidad de la enseñanza están ligadas a la evaluación y relanzamiento de INDIRE e INVALSI, las agencias responsables de la evaluación. En el desolador vacío programático de la mayoría de las fuerzas políticas sobre la escuela, la Agenda Monti ya es una buena señal.

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