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Rugby, 6 Naciones: Inglaterra elimina a Italia

El Seis Naciones es cada vez más eléctrico – Italia empieza bien pero sucumbe en la final contra Inglaterra que les ganó 40-9 – Francia se lleva a casa una victoria histórica contra la vigente campeona Irlanda – Gales gana el derbi británico contra Escocia (27-23) pero arriba todo lo que tiene que agradecer al árbitro que le da dos intentos inexistentes

Rugby, 6 Naciones: Inglaterra elimina a Italia

En el Olímpico, el ambiente es primero el de San Denis y luego el del Millennium Stadium. El desvalido, el desfavorecido, parece ser capaz de volcar las expectativas y ganar un resultado histórico. Aquí también la constante es el equilibrio entre los equipos, tanto nuevos como necesitados de irrumpir. De los dos, sin embargo, Inglaterra es la más avergonzada y quien administra mal la menor posesión que les otorga. A pesar de esto, sin embargo, las rosas rojas logran llevar una acción nacida de una fase estática a la portería.

Los Azzurri, por el contrario, parecen bien organizados y están bien guiados por un inspirado Canna (nuestro base número 10) que tiene todas las intuiciones correctas. Algo falla en el cumplimiento de las ideas que, sin embargo, son el tipo de ideas que te cambian el día si logras implementarlas. Los primeros 40 paran en el 9 a las 11 para el británico, cuyos rostros revelan una sensible preocupación por una tarde que no está dando las vueltas que se esperaba.

Los sueños, sin embargo, son tales porque rara vez se hacen realidad. Durante el primer cuarto de hora de la segunda mitad el resultado no se movió, luego no aprovechamos para pasar y finalmente cometimos un error imperdonable en nuestros 22m que nos costó un try de intercepción. A partir de ahí comienza el descenso inglés y la subida más fatigosa para los azzurri, que nunca se recuperan.

Finalmente, el partido finaliza el 9 a 40 para los invitados, que empiezan a tener bien engrasados ​​los engranajes de esta nueva máquina. Magistral actuación del impecable Eddie Jones que no comete errores, preparando a esta Inglaterra para grandes resultados en el futuro.

FRANCIA VS IRLANDA

En el papel no debería haber habido ninguna historia. Hay muchas variables que influyen en el campo. Sobre todo, el factor local: Francia, después de todo, vuelve a jugar en el Stade de France, esta vez bien lleno de franceses que parecen no estar más influenciados por las amenazas terroristas. En segundo lugar, la lluvia en París redujo la brecha técnica entre los dos equipos, lo que permitió a los franceses permanecer mejor anclados a las habilidades inalcanzables en el juego abierto de los goblins irlandeses.

Toda la primera mitad, por lo tanto, fluye en un equilibrio casi completo. Irlanda tiene casi toda la posesión del balón, eso sí, pero no consigue rentabilizarla al máximo, acumulando sólo nueve puntos. Todo, entre otras cosas, desde el pie de un Sexton (apertura irlandesa, punto de apoyo de los greens) más nervioso que nunca -debido también a los muchos tiros al borde que le reservaba la muy atenta defensa biscuit-. Otra variable, de hecho, es precisamente la malicia competitiva del francés, que cedió dos sustituciones irlandesas por lesión en los primeros cuarenta minutos e innumerables bajadas al campo de personal médico.

Durante los primeros 25 minutos de la segunda mitad el marcador no se movió y el boletín de las enfermerías se mantuvo constante, en especial el irlandés. Cuatro minutos de scrum bajo los postes de los duendes desembocaron en un maravilloso gol del fullback francés Medard, gracias a un gran invento táctico de los halfbacks: mantener el foco en los primeros ocho, dejando que la gente crea que están ahí parados peleando para el amargo final, para sacar rápido el óvalo y marcar en la primera fase.

En los diez minutos restantes los irlandeses son incapaces de volver al campo. Francia trae a casa un resultado histórico para lo que fue de local y es candidata a la conquista del Grand Slam. Irlanda, por el contrario, como vigente campeona y máxima favorita que era, se encuentra ante una situación que la ve casi incapaz de ganar la final.

GALES VS ESCOCIA

En el papel no debería haber habido ninguna historia. Hay muchas variables que influyen en el campo. El prólogo no cambia en el Millennium Stadium de Cardiff donde los Welsh Dragoons reciben a los Scottish Highlanders. El equilibrio, también aquí, es constante y se rompe solo gracias a un sensacional error del árbitro que da el primer intento del partido a una carrera aún buena del corredor galés, resultado, sin embargo, de un fuera de juego claramente visible pero no detectado.

Acto seguido, Escocia comenzó su sinfonía de gaitas, tocando poco desafinadas y poniendo en un multifase prácticamente perfecto para remate de gol tras una patada por encima de los cinco metros. Luego, la batalla se desarrolla principalmente en cuerpo a cuerpo y en los puntos de encuentro, ambas fases no siempre bien manejadas por el director del partido. La primera cuarenta acabó con ventaja escocesa por 13 a 10, una excelente síntesis de lo visto sobre el césped.

La segunda parte vuelve a empezar en equilibrio, rota por el empate galés y por el posterior adelantamiento, siempre al pie, de la gaita. En el minuto sesenta y cinco otro grosero error arbitral en un scrum cerrado bajo los postes escoceses, da al galés un adelantamiento con fuerte marcaje. Empiezan a surgir dudas sobre la gestión del partido, si no por una parcialidad no demostrada, al menos por una clara y culposa incompetencia -no perdonable a estos niveles-.

Cinco minutos después, el ala norte llevaba el óvalo tras los postes pasando a la defensa escocesa -desorganizada y desmoralizada- cerrando definitivamente el partido e inutilizando hasta el espléndido gol final del central escocés. Termina, 27 a 23 para los reds, de los que los puntos decisivos se anotaron todos en los últimos diez minutos.

Un partido en el que, sin embargo, queda un sabor amargo en la boca por una oportunidad perdida -otra más- para Escocia. Esta vez no puede ser culpa de ellos, al menos no del todo, ya que los dos primeros tries galeses, en rigor, fueron inexistentes.

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