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Gobierno, presupuestos equilibrados y liberalizaciones: principios correctos pero efectos tardíos

Finalmente, el Gobierno, presionado por los mercados y por las autoridades italianas e internacionales, ha asestado un golpe al avance de la maniobra hasta 2013 y a la obligación de equilibrio, a las liberalizaciones y al mercado laboral: la señal es fuerte pero la los caminos son tortuosos y los efectos demasiado lentos – Juicio de los mercados, lunes

Gobierno, presupuestos equilibrados y liberalizaciones: principios correctos pero efectos tardíos

Mejor tarde que nunca. Después de estancarse durante demasiado tiempo, con la rueda de prensa sorpresa del viernes por la noche de Silvio Berlusconi y Giulio Tremonti con los mercados cerrados, el Gobierno finalmente ha dado un golpe ante la emergencia del mercado que ha estado atacando fuertemente a Italia durante días y días. Todos los informes indican que fue la presión de las autoridades internacionales (desde la alta dirección de la Unión Europea y el BCE hasta la Casa Blanca) y de las autoridades italianas más autorizadas (desde el Quirinale hasta el Banco de Italia) lo que impulsó la primer ministro para salir de su entumecimiento. Lo haya hecho a regañadientes o no, lo que cuenta son los hechos. Y los principios que inspiran el póquer de novedades puesto por el Gobierno para hacer frente a la especulación financiera son sin duda buenos: la obligación de equilibrio presupuestario en la Constitución es positiva, como lo es el avance de la maniobra para lograr el equilibrio presupuestario al menos en 2013 y son positivas la libertad de empresa y las liberalizaciones derivadas de la modificación prevista del artículo 41 de la Constitución, así como la reforma del mercado de trabajo y el avance de la delegación fiscal y asistencial. Los principios son correctos, pero es el momento de los efectos lo que les molesta, porque son inciertos y ciertamente no inmediatos. En cuanto al contenido, habrá que ver la letra, porque muchas veces el diablo se esconde en los detalles.
¿Por qué los tiempos son decisivos? Porque los mercados, que –como recuerda Innocenzo Cipolletta en el artículo que abre la sección Filo direct de Firstonline– tienen en el bolsillo buena parte de nuestra enorme deuda pública y por tanto cuentan mucho y circunscriben nuestra propia libertad de acción, quieren respuestas sobre el alivio de la deuda, la estabilidad financiera y el crecimiento.
La obligación de break even en la Constitución es una barrera adicional a las finanzas alegres, pero no es inmediatamente efectiva y en cualquier caso es una condición necesaria pero no suficiente para la recuperación y reducción de la deuda pública. Lo mismo puede decirse de la anticipación de la maniobra: es un paso adelante pero, con las mismas protestas de los agentes sociales, hubiera sido mucho más efectivo adelantarla a 2012 que a 2013 en el que la incertidumbre del final de la legislatura y el aplazamiento para luego colgar las próximas elecciones.
Luego está el tema de las liberalizaciones: aquí también, al tener que pasar por el complejo procedimiento de reformar la Constitución, los tiempos son inciertos y ciertamente largos, y los efectos son igualmente largos. Hubiera sido mucho más efectivo recurrir a una ráfaga de decretos, justificada por la emergencia financiera. Sobre la reforma del mercado de trabajo que, ojalá, dé más espacio a la negociación empresarial, lo veremos en los contenidos. En definitiva, como escribió el embajador Sergio Romano en su editorial del Corriere della Sera, lo que hizo el Gobierno el viernes por la noche “está bien pero no es suficiente”. Y quizás no se equivoque otro columnista autorizado como Mario Deaglio cuando afirma en La Stampa que se necesita "más coraje para cambiar de verdad" y que lo más
importante y más concreto que Berlusconi no tiene que ver tanto con las 4 medidas previstas, sino con el hecho de que próximamente se celebrará una nueva reunión del G7 que podría ser el preludio de un nuevo G8 que, más allá del vals de las siglas, debería adoptar finalmente nuevas y normas más incisivas sobre la regulación de los mercados internacionales.
Queda por hacer una consideración un tanto amarga: ¿era realmente necesario pagar el altísimo precio que todos estamos pagando y esperar impotentes a que la tormenta perfecta de los mercados decidiera lo mínimo indispensable para hacer frente a la emergencia financiera? Jugar por adelantado hubiera sido una muestra de sabiduría elemental pero las recriminaciones no llegan lejos, incluso si el juicio despiadado sobre la ausencia de liderazgo que afecta a casi todos los países occidentales es la realidad misma de cada día para preguntarnos.

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