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Más que Fassina y Vendola, la CGIL es el auténtico freno a la estrategia reformista del Partido Democrático de Bersani

Fassina y Vendola no tienen la talla política y cultural para frenar la estrategia de reformas mencionada por Bersani pero para el Partido Demócrata los obstáculos al cambio vienen de la CGIL de Camusso y la Fiom de Landini -No estamos pidiendo un Bad Godesberg pero al menos la ruptura continuidad como lo hizo Schroeder en Alemania: el desafío de Emmott en la escuela

Más que Fassina y Vendola, la CGIL es el auténtico freno a la estrategia reformista del Partido Democrático de Bersani

El tiene razón Frank Locatelli Cuándo, en su discurso del domingo 6 de enero, retoma y argumenta efectivamente la petición de Monti de "marginar", políticamente hablando nos referimos a ambos fasina que Brunetta, dado que se trata de los dos polos extremos de un pensamiento político, común a la derecha populista y a la izquierda no reformista, que considera erróneo el binomio "rigor - reformas" que inspiró a Monti y que lo contrasta con "más impuestos para ricos y más gasto público” (Fassina) y “menos impuestos para todos y más liberalizaciones” (Brunetta), casi como si la Italia de hoy fuera como la América de Obama y Romney hace unos meses. Con el debido respeto a las dos ilustres personalidades, el problema de Italia hoy no es ese, sino el de implementar una política orgánica de reformas económicas, sociales e institucionales que, combinadas con un control riguroso del gasto público, liberen los recursos necesarios para el desarrollo. Es una cuestión de si el Pd y el Pdl están o no a la altura de esta tarea.

Personalmente, me parece engañoso utilizar a Fassina y Vendola como "escudos humanos" para afirmar que el Partido Demócrata no lo es. Ambos no me parecen tener el peso político y la consistencia cultural para impedir que el Partido Demócrata, si Bersani realmente lo quisiera, actuara como una fuerza reformadora. El verdadero obstáculo para avanzar en esta dirección para Bersani proviene, en todo caso, de Cgil de Camusso, a partir de Fiom de Landini y de los muchos sindicatos y asociaciones comerciales que se refieren al Partido Demócrata y, sobre todo, proviene de una cultura antirreformista y conservadora generalizada que aún impregna al Partido Demócrata. A este partido le faltó coraje político y cultural (salvo quizás el breve paréntesis de Veltroni) para romper de forma clara con su pasado, no digo cómo lo hizo el SPD en Bad Godesberg cuando repudió al marxismo, pero, al menos, cómo lo hizo Schroder cuando se deshizo de Lafontaine (ex ministro de Hacienda y personalidad mucho más importante que Vendola y Fassina) para aliarse con Merkel, sentando así las bases de la reactivación económica alemana. 

La confirmación de esta sustancial continuidad política y cultural viene también de la composición de las listas donde, junto a ilustres independientes (pero no olvidemos que el PCI también alineó a prestigiosos, desde Guido Rossi a Luigi Spaventa), en realidad un denso grupo domina de fiel. El problema, por tanto, no es si Fassina o Vendola impedirán que el Partido Demócrata actúe como una gran fuerza reformadora sino si la mayoría de este partido, el que se refiere a Bersani, será y será realmente capaz de comportarse como tal. Todos esperamos que sí, pero está lejos de ser obvio. Sin embargo, habrá muchas oportunidades para demostrar esta habilidad. Si realmente queremos cumplir los compromisos asumidos con Europa en términos de gasto y restricciones presupuestarias, como declaramos solemnemente nuestra intención de hacer, pero al mismo tiempo no queremos seguir siendo prisioneros de la política de austeridad únicamente, debemos tener la coraje para hacer reformas. 

Desde el del sistema institucional y político hasta el de la organización del Estado y la Administración Pública (la sola revisión del gasto ya no basta), desde el de la escuela y la universidad hasta el del mercado de trabajo, que necesita ser completado en todo caso, pero ciertamente no debilitado. Todos estos son temas que ya están sobre la mesa hoy. ¿Qué planea hacer el Partido Demócrata? ¿Para llevarlos adelante o para frenarlos, como ha hecho su bloque de referencia social y cultural en todos estos años? Esta me parece que es la verdadera pregunta. Bill Emmont (ex director de The Economist), en un artículo de gran apoyo a Bersani aparecido en la prensa de Turín, planteó hace algún tiempo exactamente este problema al secretario del Partido Demócrata y en particular preguntó si, considerando el hecho de que la desestructuración de la escuela y la descalificación de las universidades italianas son principalmente responsabilidad de la izquierda, si no cree que es hora de pasar página y apuntar a la reforma en el mérito (para los estudiantes) y la calidad (para los profesores). 

Buena pregunta, a la cual Bersani no pudo responder porque, para hacerlo, habría tenido que renegar de las palabras de apoyo y aliento que su partido ha dado siempre y en todo caso a cualquier movimiento de estudiantes y profesores que saliera al campo, desde la época de la Pantera hasta hoy, en contra de la reforma escolar, quien la proponga. Lo cierto es que a lo largo de los años se ha ido creando en Italia un vasto y articulado bloque conservador, completamente transversal a la derecha ya la izquierda, que se ha opuesto con éxito a cualquier reforma que amenazara sus intereses y que hoy representa el principal obstáculo para el crecimiento.

Es un bloque a cuya creación, más que Fassina o Vendola, Cofferati, Epifani y Camusso contribuyeron fuertemente. Así como han contribuido administradores públicos, hombres de cultura, magistrados y periodistas. Es este bloque el que debe ser derrotado si se quiere allanar el camino para las reformas. Por eso tiene razón Monti cuando señala que hoy tenemos que elegir entre reformistas y conservadores y no entre centroderecha y centroizquierda. Si los reformistas, dondequiera que estén ubicados, pueden unirse y formar un frente común, entonces quizás Italia pueda crecer nuevamente.

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