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Pietro Alessandrini en "Economía y política monetaria": lo que enseñan las crisis financieras

UN LIBRO de PIETRO ALESSANDRINI – Cortesía del autor y del editor, publicamos la parte central de “Economía y política del dinero” escrito por el economista de la Universidad Politécnica de Marche para “Il Mulino” – La alternancia histórica entre la liberalización del mercado y regulación – Metas contradictorias para los bancos.

Pietro Alessandrini en "Economía y política monetaria": lo que enseñan las crisis financieras

En los sistemas bancarios modernos, la orientación predominante se inclina hacia uno u otro de los dos regímenes liberal y restrictivo, que se han alternado a lo largo de las décadas. La experiencia histórica muestra que con el paso del tiempo cada régimen debilita gradualmente sus ventajas y acentúa sus limitaciones. Así se crean las condiciones para la transición al otro régimen: de la liberalización a las constricciones, de las constricciones a la liberalización, etc.

En la alternancia de periodos de liberalización y periodos de regulación a lo largo de 100 años, desde 1910 hasta 2010, es muy interesante notar la correspondencia directa entre la evolución del índice de desregulación y la remuneración relativa del sistema financiero frente al resto de la economia Los períodos de liberalización (índice de desregulación de alto nivel) corresponden a una remuneración alta. Esto significa que la política que hemos definido para los espacios abiertos desarrolla un intenso proceso innovador que requiere la adquisición de una alta profesionalidad con la correspondiente alta remuneración.
 
Cuando estallan las crisis que acabaron con el régimen liberal, el índice de desregulación cae porque toma el relevo el régimen restrictivo. La remuneración relativa disminuye en correspondencia con el aumento de las restricciones. El objetivo de estabilidad regulada pone freno a las innovaciones. Como resultado, el nivel de profesionalismo necesario disminuye con la consiguiente reducción de la remuneración. El nivel más bajo se alcanzó en los veinte años 1955-75, cuando las restricciones administrativas eran muy estrictas. Los bancos no eran empresas, sino instituciones controladas con competencia limitada. Los banqueros no eran empresarios, eran principalmente ejecutores sujetos a regulaciones y autorizaciones. En la década de 1995 se inició un proceso gradual de liberalización, que se aceleró fuertemente en la década 2005-XNUMX. Los bancos se han convertido en negocios. Los banqueros han asumido el papel de empresarios y gerentes, llamados a tomar decisiones dimensionales, de ubicación y organizacionales, y a evaluar y administrar los riesgos de mercado. La compensación se ha disparado, al igual que el ritmo de las innovaciones financieras. Hasta la nueva gran crisis, que ha reabierto el problema de la vuelta a la regulación.

LA RED DE INTERVENCIONES INTEGRADAS Y FLEXIBLES

La situación actual es objetivamente más difícil. La globalización de los mercados hace que el escenario sea más complejo. Los riesgos de contagio son más fáciles y generalizados gracias a las redes de comunicación e interdependencia. Al mismo tiempo, las redes de intervención que se pueden poner en marcha también son más amplias y sólidas. Lo esencial es atesorar las lecciones que se pueden extraer sobre todo de las crisis periódicas, grandes y pequeñas.

Las lecciones que podemos resumir en puntos son:

• Las crisis financieras no se pueden evitar, excepto a costa de abolir la economía de mercado. Exceder en un sentido protector aumenta las distorsiones, abandona la libre iniciativa, aumenta el riesgo moral.
• Los riesgos no se pueden eliminar, porque son inherentes a los mercados financieros que involucran intercambios intertemporales entre lo cierto (hoy) y lo incierto (futuro). Deben ser identificados y gestionados con las herramientas adecuadas.
• Debe mantenerse una relación de complementariedad entre los objetivos de estabilidad y eficiencia, aunque con un margen de flexibilidad dictado por las situaciones. Para ello, es necesario fomentar la más amplia interacción entre mercados eficientes y autoridades monetarias vigilantes, listas para intervenir con una amplia gama de instrumentos.
• Recurrir a soluciones simples ante una realidad compleja es inútil y engañoso. No se puede utilizar una sola herramienta de intervención. Cada uno ofrece ventajas, pero también contraindicaciones. Muchos pueden ser necesarios, ninguno por sí solo es suficiente.
• Las probabilidades de crisis se pueden reducir con sistemas preventivos ex ante, que actúan sobre las posibles causas, y se pueden limitar sus efectos con sistemas de intervención ex post.

Alarmas preventivas. Un sistema de alerta temprana requiere varias acciones coordinadas:

• Seguimiento constante por parte de las autoridades monetarias para contar con información oportuna.
• Identificación de las fuentes de riesgo, que son múltiples: riesgo de crédito, de mercado, operacional, de tipo de interés, de liquidez, reputacional.
• Evaluación y seguimiento de riesgos sistémicos, también mediante la realización de simulaciones con pruebas de estrés, para identificar los circuitos de difusión y prevenir el riesgo de contagio.

• Monitoreo antimonopolio contra el gigantismo bancario y financiero para contener el chantaje de too big to fail.
• Separación y simplificación de las formas de intermediación, en particular entre los bancos comerciales, que combinan la función monetaria con la función crediticia, y los intermediarios especializados en inversiones financieras.

Este sistema es necesario para prevenir las crisis, pero puede no ser suficiente para evitarlas. Sobre todo en los fuertes procesos innovadores que caracterizan a los sistemas financieros más avanzados, la regulación prudencial es rápidamente superada y el ajuste a las nuevas reglas siempre viene ex post bajo la presión de una crisis que ya ha comenzado. Esta observación implica en primer lugar la necesidad de contar con un sistema preventivo flexible, fácilmente adaptable a contextos de referencia cambiantes. En segundo lugar, confirma la necesidad de establecer un sistema articulado de intervenciones para suprimir los focos de crisis y evitar que se propaguen. Para ello, es necesario actuar en dos niveles: uno de pronta intervención, el otro de rescate final.

Ya hemos discutido los rescates comparando los bancos centrales en el papel de prestamista de último recurso para los bomberos. La importancia de esta función se reafirmó plenamente en la crisis de 2007-10. La lección que se desprende es que se trata de una intervención extraordinaria, que debe limitarse a situaciones de riesgo sistémico. No se puede utilizar con frecuencia, so pena de reducir su eficacia y aumentar las contraindicaciones. La mayor preocupación se refiere a un problema de reputación de los bancos centrales, que no pueden deshacerse del receptáculo de valores "basura", como se les ha inducido a hacer.

Por tanto, otra lección importante que se puede extraer de la traumática experiencia de la crisis nacida en 2007 es la necesidad de tratar de involucrar lo menos posible a los bancos centrales con intervenciones amortiguadoras que extreman su papel de prestamista de última instancia.

extintores. Por ello, la actuación de los reguladores poscrisis, principalmente el Consejo de Estabilidad Financiera y el Comité de Basilea, se ha dirigido a ampliar la dotación de herramientas de emergencia a disposición de cada banco. Volviendo a la comparativa con los focos de incendio, los bancos deben demostrar que disponen de un buen suministro de extintores. La dotación de estas herramientas se ha ampliado gradualmente e incluye:

1. la reserva obligatoria;
2. seguro de depósito obligatorio;
3. restricciones de propiedad;
4. Restricciones a la gestión de los riesgos de liquidez.

El enfoque establecido es la implicación activa de los bancos en la capacidad de gestionar y recuperar liquidez en los mercados en los que operan. La tendencia predominante es a favor de un uso flexible de los extintores. La única excepción es el seguro de depósitos, que tiene un propósito puramente defensivo de garantizar el reembolso de los valores depositados dentro de un nivel promedio en caso de quiebra bancaria8. Los demás instrumentos se prestan a una gestión activa y flexible por parte de la dirección bancaria. Este principio se aplica al ROE, al que se le asignan tareas diferentes en comparación con el rol tradicional de escudo defensivo para proteger a los depositantes. Rol tradicional del que partimos al principio de este capítulo y que ha alimentado un amplio debate, hasta llegar a la petición de cobertura al 100%, como hemos documentado en las siguientes páginas. La ampliación de las herramientas de extinción permite aligerar el peso del ROE y ofrece la oportunidad de movilizar la reserva de liquidez para intervenciones a corto plazo en los mercados monetarios.

La restricción de capital regulatorio establecida por los Acuerdos de Basilea para responder a los riesgos de crédito se fue flexibilizando progresivamente desde el primer acuerdo de 1988 (Basilea I), que preveía un único parámetro, hasta el segundo de 2007 (Basilea II) que diferenciaba los parámetros dependiendo del tipo de crédito, hasta la elaboración del nuevo esquema (Basilea III). Este esquema, impulsado por la severa crisis financiera de 2007-10, tiene como objetivo fortalecer los requisitos de capital no solo a nivel cuantitativo, sino también a nivel cualitativo. El requisito mínimo es Core Tier l, que incluye capital social y ganancias retenidas (por lo tanto, el llamado capital común) y es el componente cualitativamente más alto de los activos. Finalmente, el aspecto más innovador es la introducción adicional de requisitos para la gestión del riesgo de liquidez, que requieren que los bancos demuestren la resiliencia de todo el balance bancario, activos y pasivos, ante situaciones de estrés. 

COMENTARIOS
Aquí se pueden anticipar dos comentarios. Uno positivo. El otro preocupante.
El aspecto positivo se refiere a la acción protectora de amplio alcance que se requiere de los bancos, en la que están involucrados diferentes mercados y diferentes partes interesadas:

1. Los depositantes, que deben estar tranquilos y ser leales para reducir el riesgo de retiros anticipados: no solo con medidas defensivas como ROB y seguro de depósitos, sino también con la eficiencia de los servicios de pago y la buena gestión.                                          
2. Los prestatarios, que deben ser seleccionados y asesorados para equilibrar la rentabilidad y los riesgos crediticios y para limitar la financiación de burbujas especulativas.
3. Los accionistas, quienes están llamados a aportar solidez patrimonial para hacer frente a los riesgos de la actividad bancaria. A su vez, los bancos son estimulados a la eficiencia gerencial para remunerar el capital a ser captado a través del mercado de valores.
4. Por último, pero no menos importante, las comunidades locales, a las que los bancos deben poder ofrecer conocimiento contextual y atención al desarrollo local para obtener relaciones estables de confianza en el intercambio.

Lo preocupante es que, aunque de manera flexible y orientada al mercado, las restricciones de gestión impuestas a los bancos han aumentado. Si por un lado se ha contenido la restricción de la reserva obligatoria mantenida en el Banco Central, por otro lado se han agregado las solicitudes de restricciones de capital y para mantener reservas de liquidez en el balance bancario.

Como siempre sucede cuando aumenta el peso del régimen restrictivo, surge el problema de evaluar en qué medida la ventaja obtenida desde el punto de vista de la estabilidad se obtiene a costa de la pérdida de eficiencia y, sobre todo, de la reducción de recursos intermediados. a favor del crédito internacional.'economía. Se puede desencadenar un círculo vicioso. Mayores costos y menor eficiencia penalizan la rentabilidad de los bancos. La menor rentabilidad reduce el atractivo del ahorro hacia las acciones bancarias. Las mayores dificultades para aumentar el capital social hacen más estrictas las restricciones de capital que limitan la oferta de crédito. Se reducen los recursos que los bancos pueden destinar al crédito de la economía. Esta reducción se ve acentuada por los mayores requerimientos de liquidez que deben exhibir los balances de los bancos. Esta es una restricción de cartera implícita que se satisface principalmente con la adquisición de valores públicos de corto plazo de alta calidad y bajo riesgo. Esto reduce no solo el horizonte temporal de la intermediación bancaria, sino también el espacio de cartera que le queda a los bancos para otorgar crédito a la economía.

En conclusión, las recomendaciones realizadas a los bancos tras la crisis –mayor capitalización, mayor liquidez, mayor apoyo a la economía y, en particular, mayor crédito a las pequeñas y medianas empresas– parecen contradictorias. Una vez más, la búsqueda de estabilidad tras una crisis no parece compatible con la eficiencia económica y el desarrollo.

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