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Metalúrgicos, un contrato nostálgico del pasado

La petición sindical de un aumento salarial del 8% ante una reducción sustancial de la negociación de empresa es poco realista y supone una vuelta al pasado respecto al anterior convenio de categoría innovadora

Metalúrgicos, un contrato nostálgico del pasado

Me generó muchas dudas el paro nacional de metalúrgicos por la renovación del contrato 2020-2022. Las partes aún no han llegado a un acuerdo tras nueve meses de negociaciones, aunque interrumpidas por la importante paralización de actividades provocada por el confinamiento en el primer semestre del año. Las objeciones se referían principalmente a la abstención laboral en un contexto tan grave como el actual, en el que tenemos que lidiar con los cierres ya ordenados en regiones clave para la industria manufacturera calificada como zona roja y con los que se pueden decidir dentro de unos semanas.

Más allá de esta acción, que ha asumido un carácter sustancialmente demostrativo y que quedó en la sombra respecto de los problemas de salud que resurgieron con una soberbia inesperada, los aspectos de mérito de tan importante disputa merecen una reflexión. La plataforma de los sindicatos de trabajadores metalúrgicos se desarrolló en un contexto socioeconómico que pertenece al pasado, aunque reciente, que se ha visto desbordada por los hechos ocurridos entretanto y que han sacado de la historia un libro de reclamos caracterizado por fuertes demandas salariales a nivel nacional.

Ya cuando se presentó la plataforma era evidente que preveía un enfoque incompatible con los acuerdos solemnes contenidos en el Pacto de Fábrica de 2018, en el que se reservó para la negociación de categoría nacional el mismo papel que ha jugado este nivel desde el Protocolo de 1993: asegurar tratamientos normativos y económicos uniformes y mínimos que garantizaran la defensa del poder adquisitivo de los salarios.

La plataforma ahora en discusión expresó desde un inicio una línea de ruptura con la estructura contractual, confirmada solo unos meses antes (el 9 de marzo de 2018, cuando se firmó el nuevo acuerdo marco). De hecho, la solicitud de un aumento salarial del 8%, que debería haber compensado la escasa difusión de la negociación de empresa, especialmente en las pequeñas empresas, pero que en realidad otorgaba un papel primordial a la negociación de categoría nacional.

La plataforma no se mostró reticente al respecto: "Reconfirmamos - se escribió - el modelo resultante de la Convención Colectiva Nacional de Trabajo del 26 de noviembre de 2016 que produjo la reconfirmación de los dos niveles de negociación y numerosas innovaciones contractuales para los trabajadores, pero la exigibilidad de este modelo, introducido de forma experimental, ha tenido una eficacia muy por debajo de las expectativas en la difusión de la negociación descentralizada y con ella la capacidad de distribución de beneficios y productividad”.

Contraorden, camaradas. Así que fue de nuevo a remunerar una productividad que -a nivel de categoría- es pura invención, sólo porque no había sido posible negociarlo en el seno de los procesos donde se produce. Este escenario constituía explícitamente un giro respecto al muy innovador de los contenidos de la anterior renovación (2017-2019). en contrato estipulado en su momento (noviembre de 2016), el monto prevaleciente de los recursos (con excepción de los destinados a iniciativas de bienestar necesariamente nacionales y sectoriales, como pensiones complementarias y seguros de salud) se distribuyó a nivel de empresa.

El contrato nacional mantuvo un papel de protección del poder adquisitivo de los salarios, pero habría ejercido estas funciones ex post, o una vez surgida una diferencia efectiva con la tendencia de los salarios. Luego hizo su entrada en la negociación colectiva el derecho subjetivo a la formación, con el objetivo de colocar al capital humano en condiciones de hacer evolucionar rápidamente sus conocimientos de acuerdo con la marcha de los distintos sectores de la economía a través de la recalificación, reconversión y enriquecimiento del conocimiento.

En un momento como el presente, no tiene sentido volver a la vieja concepción del contrato nacional como oportunidad de ascenso salarial – mucho más allá de la inflación – para toda una categoría, cuando – siempre que sea posible – se debe practicar la negociación de proximidad para acompañar la recuperación productiva de las empresas que luchan por sobrevivir y seguir siendo competitivos, a través de inversiones en nuevas tecnologías y una organización diferente del trabajo, los ciclos productivos y los productos.

Incluso en el campo de la política contractual, las organizaciones sindicales pretenden mantener en apnea (con Cig a montones, bloqueo de despidos y con reivindicaciones salariales insostenibles) una estructura socioeconómica que -se engañan- puede volver a ser como antes. Era antes de la crisis, con cada cosa en su sitio y el mismo sitio para todo.

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