Islandia está respondiendo a la crisis de una manera sin precedentes: cancelando hipotecas a los contribuyentes que han pagado demasiado como resultado del incumplimiento, haciendo que los bancos paguen la factura que provocó ese incumplimiento. De hecho, se ha introducido un plan para la reducción de las hipotecas relacionadas con la inflación en 150 millones de coronas, equivalentes a unos 900 millones de euros, para acelerar la recuperación de la nación, que colapsó en 2008.
Una promesa que el Partido Progresista, líder de la coalición de centroderecha, había hecho durante la campaña electoral y que ahora se dispone a cumplir. Una devolución interpretada como compensación tras la devaluación de la corona había disparado los precios y las cuotas de las hipotecas.
El dinero lo pagarán las finanzas y los fondos de cobertura: de hecho, el gobierno de Reykjavik ha anunciado un apretón de bancos y un aligeramiento de las carteras de muchos fondos especulativos, con el recorte de viejas deudas externas heredadas de la crisis. Una medida que, si bien por un lado hizo regocijar a los ciudadanos de la isla cercana al Círculo Polar Ártico, por otro lado provocó una fuerte disidencia tanto del Fondo Monetario Internacional como de Standard & Poor's.
Según el instituto de Washington, la recuperación económica de Islandia sigue siendo débil y no es posible dar nada a los contribuyentes, mientras que la calificadora ha amenazado con rebajar la calificación del país. Pese a ello, el primer ministro Sigmind Gunnlaugsson dijo que el verdadero renacimiento económico de la isla ha comenzado, tras el otoño de 2008. Para Gunnlaugsson, el impacto en las cuentas en los próximos tres años será mínimo.
Además de flexibilizar las hipotecas, el Ejecutivo también ha lanzado un plan que ofrece exenciones fiscales para animar a los islandeses a utilizar sus fondos de pensiones para eliminar la deuda.
