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Limas: La Primavera Egipcia presenta la factura

por Giovanni Mafodda* – Bajo Mubarak la economía floreció, gracias a reformas liberales con costos sociales exorbitantes. La revolución ha asestado un duro golpe a los sectores público y privado, cuyos problemas, sin embargo, corren el riesgo de socavar el nuevo rumbo. Esto es lo que leemos en un interesante ensayo del último número de Limes, del que publicamos un extracto

Limas: La Primavera Egipcia presenta la factura

Desde el 11 de febrero, cuando el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF) asumió la tarea de reemplazar al derrocado presidente de la República Árabe de Egipto, Hosni Mubarak, y garantizar una transición pacífica, las condiciones económicas del país han ido empeorando. Para agravar este estado de dificultad, existe la condición de revolución inacabada que caracteriza a Egipto hoy y que pesa como una roca sobre sus problemas socioeconómicos no resueltos: pobreza generalizada, desigualdades económicas, desempleo juvenil, déficits escolares y de infraestructura, incluso en comparación con los promedios de el mundo árabe.

El crecimiento económico, que en 2007 y 2008 viajó a tasas superiores al 7% anual, se ubicó en 5,5% en 2010. El motor político de esta hazaña fue el nombramiento en los más altos cargos gubernamentales de la economía de un grupo de experimentados economistas y empresarios con una sólida reputación internacional. Sus reformas apuntaron en particular a estimular el sector financiero, a la simplificación burocrática, a la liberalización del comercio exterior ya las privatizaciones.
Gracias también a una coyuntura económica favorable, Egipto se convirtió en un destino atractivo para un importante flujo de inversiones extranjeras directas que de 2,2 millones de dólares en 2004 alcanzaron un máximo de 2007 millones en 11,6, situándose en el período 2009-2010 en casi 7 millones. Una actuación fundamental para mantener el papel de guía económica y política entre los países MENA (Oriente Medio y Norte de África).
Otras medidas esenciales incluyen el establecimiento, en 2004, de las Zonas Industriales Cualificadas (Qiz), donde se concentran las empresas manufactureras que disfrutan de una reducción total de los aranceles aduaneros a la entrada a los Estados Unidos, siempre que sus productos incorporen al menos un 11,5% de componentes fabricados En Israel. Con la creación de Qiz, las exportaciones egipcias a EE. UU. crecieron de golpe casi un 60 %.

A pesar de las estadísticas sobre el producto interno bruto (PIB) per cápita, que pasó de 1.200 a 2.500 dólares en el período 2004-2010, el éxito de las reformas económicas ha volado sin embargo lejos del bolsillo de casi todos los ciudadanos. Un dato por encima de todo: Egipto ocupa el puesto 137 en el ranking mundial de renta per cápita, entre Tonga y Kiribati. Hoy, el 40% de la población egipcia vive con poco más de dos dólares al día.
 Una interpretación interpreta el subdesarrollo de la economía egipcia como consecuencia de la llamada "maldición de las rentas vitalicias de posición". Esta es una condición económica propia de los principales exportadores de materias primas, que según algunos analistas también puede extenderse a Egipto. De hecho, dos tercios de los ingresos de divisas del país provienen de los ingresos del petróleo, los tránsitos por el Canal de Suez, el turismo, la ayuda exterior, las remesas de los emigrantes. Con la excepción parcial de las remesas y el turismo, se trata de un "bienestar no ganado" que en las últimas décadas ha desincentivado intervenciones productivas mucho más beneficiosas, cuyo impacto sobre el empleo habría contribuido a equilibrar el sistema económico.

Sin embargo, los efectos económicos de la revuelta son significativos desde el punto de vista social. El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF) pronostica para 2011 una caída en el crecimiento económico del país desde el 5,5% previsto originalmente a una tasa entre 2,5 y 1,5%. También se espera un aumento de la deuda pública, que ya ronda el 75 % del PIB, en otro 10-12 %. No se trata de cifras de quiebra, pero sin duda se verán afectados los componentes más dinámicos de la economía egipcia: las inversiones extranjeras, el turismo y la construcción.
Según un reciente informe del propio IIF, los inversores privados estarían dispuestos a retirar 16 millones de dólares del mercado egipcio ante la persistencia de la situación de gran inestabilidad del país. Asimismo, algunas estimaciones preliminares valoran las pérdidas para la industria turística en unos 11 millones de dólares sólo en 2009, debido al deterioro de las condiciones de seguridad.
El ministro de Hacienda anunció un déficit presupuestario de más de 2011 millones de dólares para los tres primeros meses de 3, frente a un superávit de 4 millones el año pasado.

La importancia estratégica de Egipto está atestiguada por las numerosas ofertas de intervención en apoyo de su economía. Perder Egipto es una de las peores pesadillas de los países occidentales, encabezados por Estados Unidos. En la cumbre de fines de mayo, los países del G8 lanzaron la propuesta de un acuerdo de asociación estratégica plurianual, diseñado para transformar la dolorosa señal de la plaza Tahrir en un camino de desarrollo económico y social sostenible. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha concedido a Egipto -el primero de los países de la zona- un préstamo inicial de 3 millones de dólares, con cargo a un programa que permitirá al Gobierno sufragar los costes de creación de empleo y de protección del medio ambiente clases más pobres. El Banco Mundial ha anunciado su intención de destinar 4,5 millones de dólares para financiar dos tipos de medidas: las de intervención económica inmediata (especie de "parches" al presupuesto público) y las acciones más típicas de financiación de proyectos.

A pesar de las excelentes intenciones de los actores internacionales, el futuro curso de los acontecimientos en Egipto dependerá sobre todo de la evolución de la dinámica política interna. Hasta la fecha, parece estar surgiendo una unión inicial entre el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF) y los Hermanos Musulmanes. El SCAF, fortalecido por una sólida confianza por parte de la población -históricamente a favor de los militares, desde el golpe de Estado de Nasser en 1952-, apunta actualmente a un difícil equilibrio. Institucionalmente orgánicas al antiguo régimen, las Fuerzas Armadas están interesadas en proteger sus considerables intereses económicos. Al mismo tiempo, sin embargo, los militares no pueden arriesgarse a un retroceso de los disturbios, en virtud del papel de "barqueros pacíficos" que se han asignado a sí mismos. Por lo tanto, se ven obligados hasta cierto punto a escuchar y complacer a los líderes de la protesta, con quienes de hecho han entablado una forma de diálogo.

En todo caso, los nuevos gobernadores deberán remediar las dificultades económicas del país y proponer programas encaminados al crecimiento económico. Según algunos análisis, se necesitaría un crecimiento anual del 7-8% para absorber la presión de los jóvenes que ingresan al mundo laboral cada año. Los pasos a dar para mejorar los niveles de renta y las tasas de empleo tendrán que responder a las necesidades del mercado en el medio-largo plazo, pero en el corto plazo es fácil imaginar que contribuirán a incrementar significativamente el déficit estatal, ya probado por las concesiones del último Mubarak y del gobierno interino. De no presentarse y gestionarse adecuadamente, este programa económico podría despertar en la población el recelo de estar ante un “Mubarakismo sin Mubarak” y caer bajo el hacha de una plaza que ahora conoce su fuerza.

*Periodista. Extracto de un artículo tomado deúltimo número de Limas

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