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El engaño de Conte a los técnicos del Fondo de Recuperación

Crear una sala de control de la financiación europea es positivo pero sería un golpe de efecto incluirlo como enmienda en la ley de finanzas: no hay claridad sobre el papel de la política y el de los técnicos. Se corre así el riesgo de confusión y de favorecer a las empresas públicas en detrimento de las privadas que impulsan las exportaciones

El engaño de Conte a los técnicos del Fondo de Recuperación

La idea de Conte de una estructura técnica formada por ben 300 súper expertos que debería gestionar, bajo la dirección de un comité formado por el Primer Ministro y dos ministros, los proyectos que se presentarán en Bruselas para obtener el dinero del Fondo de Recuperación, fue recibido con escepticismo, ironía o incluso abierta hostilidad por la mayoría de los comentaristas y partidos políticos. Sin embargo las criticas no parecen haber dado en el blanco: a menudo se trataba de defender las estructuras ministeriales existentes o de los Municipios y Regiones que corren el riesgo de quedar aislados no sólo de las elecciones de prioridades políticas sino también de la gestión de proyectos concretos.

La confusa controversia no permitió que despegara un debate en profundidad sobre el fondo de los problemas de gobernanza y sobre las elecciones que el país debe hacer si quiere utilizar plenamente y de la mejor manera posible los recursos puestos a su disposición por Europa que son superiores a las del famoso plan Marshall. Y que, como ocurrió después de la guerra, podría desencadenar una nueva fase de desarrollo de la economía y de toda la sociedad. 

En cambio, debemos partir del reconocimiento de que la intención de Conte de crear una sala de control bien estructurada capaz de gestionar rápidamente proyectos financiados por Europa, es un paso adelante hacia esa estructura institucional que, como muchos han invocado desde muchos lugares, podría permitir una gestión eficiente del uso de los recursos disponibles.

Pero, hay un pero del tamaño de una casa que nos deja perplejos tanto sobre el método como sobre los méritos de lo que el Gobierno realmente quiere hacer. La distinción entre el papel de la política y el de la estructura técnica no está clara. ¿Quién tendrá que seleccionar los proyectos (se dice unos 600) que las distintas administraciones estatales, centrales y periféricas, han enviado al presidente del Gobierno? ¿Cuál será la tarea de la política, la de señalar las directrices generales, es decir, elegir las grandes opciones de intervención, que luego la estructura técnica se encargará de llevar a la práctica, o la de elegir directamente los proyectos individuales y así dar prioridad a los que sí lo hacen? ¿Parecen más urgentes desde un punto de vista político, es decir, desde la búsqueda de consensos electorales, aunque no sean coherentes con el objetivo de mejorar la competitividad y el crecimiento?

Pero precisamente para no aclarar estos puntos fundamentales y al mismo tiempo para evitar el asalto a la diligencia por parte de las distintas administraciones centrales y periféricas, el primer ministro Conte parece empeñado en llevar a cabo lo que define Giorgio La Malfa un verdadero “golpe de Estado institucional” pasando el nacimiento de este nuevo organismo a una enmienda a incluir en la ley de finanzas que, como ha sucedido en los últimos años, finalmente será aprobada con un voto de confianza sin una verdadera discusión parlamentaria. De esta forma no será posible esclarecer las posiciones de los distintos partidos y sensibilizar a la opinión pública sobre los métodos de gestión de los recursos disponibles y los objetivos a alcanzar.

Después de meses en los que todo este asunto estaba envuelto en un velo de misterio, durante el cual no fue posible discutir concretamente la relación entre objetivos y medios, dejar que todo pase sin un verdadero debate en el Parlamento y en el país, además de ser una anulación institucional, no parece ser la mejor manera de activar todos los mejores energías indispensables para decretar el éxito de tan exigente programa de renacimiento. Sería mejor que, inmediatamente después de la aprobación del presupuesto, se hiciera una sesión parlamentaria "extraordinaria" para discutir tanto cómo organizarse para administrar el Fondo de Recuperación, como las opciones que le tocarán a la política en sus diversas articulaciones. como, obviamente, las elecciones de la prioridad. 

Está claro que necesitamos una estructura ad hoc para gestionar los fondos europeos. Por otra parte, es una obra de proyecto compleja que la Administración Pública es incapaz de gestionar. Además es necesario ir más allá de la legislación ordinaria en contratación con excepciones especiales a la espera de una modificación de la legislación ordinaria que es urgente, pero que requerirá un tiempo considerable para ser operativa. Pero antes que nada es importante aclarar que el papel de la política no puede ser el de gestor directo del proyecto.

La política está llamada a hacer grandes elecciones tanto en la puesta en marcha de las reformas (AP, Justicia, Formación e Innovación, el mercado de trabajo), como en la fijación de las reglas de selección de proyectos, así como, evidentemente, en el seguimiento y control de la ejecución y la gestión financiera. Y en cambio el Primer Ministro Conte, con esto de su forma algo carbonara de manejar, sólo intenta escapar de esclarecer algunos espinosos problemas políticos (pensemos en la Sanidad, el mercado laboral, la Justicia), y sobre todo para tener a mano el taco para la selección de los principales proyectos.

Una selección que, al parecer, favorecerá sobre todo a las grandes empresas estatales (transporte, energía, digitalización, economía verde) también porque en el ámbito público son las únicas que saben diseñar proyectos con el rigor que exige Bruselas para aprobarlos. Y esta también es una elección llena de consecuencias para la estructura del sistema de producción italiano. Mantener a las empresas privadas al margen después de que a ellas se deba sobre todo el éxito de las exportaciones no es ciertamente una elección previsora ​​ni desde el punto de vista económico ni desde el político.

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