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Las raíces del declive del artículo 18 y la evidencia del Bad Godesberg de Italia

El artículo 18 se ha convertido en el emblema de un sistema social y económico superado por la historia y por el equilibrio de poder resultante de la globalización: la defensa que hacen las retaguardias del Partido Demócrata y los sindicatos es sólo un intento desesperado por detener el Bad Godesberg de Izquierda italiana cuyo factor discriminante, sin embargo, no puede ser el registro civil.

Las raíces del declive del artículo 18 y la evidencia del Bad Godesberg de Italia

En el ímpetu retórico con el que Renzi reaccionó al airado y casi desesperado ataque contra el proyecto de reforma del mercado laboral por parte de sectores heterogéneos del Partido Demócrata, puso en tela de juicio a la "vieja guardia", introduciendo en el debate un concepto generacional que existe, pero no es el elemento generador de un choque cultural lo que podría marcar el Bad Godesberg de la izquierda italiana. Renzi olvida que en la vieja guardia también están los que durante años han luchado por una renovación de la clase dominante y sobre todo por un proyecto de regeneración y modernización del país y por eso han apoyado y siguen apoyando su proyecto, incluso si con espíritu crítico. El verdadero factor discriminador no es la edad, sino la conciencia de la necesidad de reformas radicales y de refundación cultural de la izquierda. Prueba de ello es la incomprensible arrogancia con que la CGIL y la retaguardia del Partido Demócrata (ni hablar de la SEL) defienden el reducto del artículo 18.

Se dice que el artículo 18 tiene valor simbólico, pero ¿qué simboliza realmente? Para el equipo directivo de la CGIL y la Fiom y para la abigarrada izquierda del Partido Demócrata, es el arquitrabe de un sistema de derechos y protecciones que codifica las relaciones de poder entre el capital y el trabajo. El campo de batalla en el que se juega la estructura de estas relaciones es la empresa para la cual, postulando que las relaciones internas de poder redundan siempre en beneficio del capital, es necesario trasladar el conflicto al nivel sectorial y nacional y tratar de obtener homogeneidades. salarios y normas de organización del trabajo, independientes de las estrategias corporativas.

Este modelo de relaciones laborales descansa sobre tres pilares: los convenios colectivos nacionales, el estado de bienestar y la consulta con el gobierno nacional y las instituciones locales. El estatuto de los trabajadores y el artículo 18 forman parte de una política de regulación del poder de dirección de la empresa por parte de los dueños del capital (los "patrones") y sus emisarios (ejecutivos y gerentes).

En este esquema de relaciones sindicales, el sistema empresarial se considera arbitrariamente uniforme, sin tener en cuenta las distintas necesidades de organización, gobernanza, competitividad y por ende gestión de las relaciones laborales. El proceso de globalización ha desquiciado paulatinamente la estructura económica y social sobre la que se asienta la ya obsoleta arquitectura de este modelo.

A ello siguió una profunda crisis estructural de empleo que sólo podrá ser superada con un crecimiento económico que tenga su epicentro natural en la empresa. Para que las empresas se financien y vuelvan a invertir se necesitan tres factores fundamentales: la cogestión del proceso productivo y la gobernanza; un sistema de relaciones laborales y bienestar que garantice al trabajador la continuidad en el empleo, a través de un camino personalizado de formación y perfeccionamiento del capital humano y de inserción permanente en el mercado de trabajo; el ingreso mínimo; la continuidad de las protecciones, los servicios de bienestar y seguridad social y la calidad de vida. En este contexto, es inevitable que la empresa y el territorio se conviertan en el centro de negociación, lo que ya está ocurriendo, posiblemente asignando una función de apoyo a los convenios colectivos nacionales y, en todo caso, repensando el papel de los convenios interconfederales.

Si esto es lo que propone Renzi, mantener el artículo 18, como quisieran los recalcitrantes, es incompatible con la lógica de la ley de empleo y terminaría por entorpecer los procesos de innovación y reorganización de las empresas y por tanto la productividad y las inversiones de las que son objeto. objetivo de las políticas fiscales y financieras de estimular el crecimiento y el empleo. Sin estas premisas estructurales sería difícil implementar una reducción fiscal sustancial del coste laboral de las empresas y un incentivo a la inversión para reactivar el crecimiento.

Quien enarbola la bandera del artículo 18 defiende, en realidad, valores ligados a un sistema social y económico superado por la historia y las relaciones de poder que, nacidos para combatir árbitros y desigualdades en nombre de principios universales, han terminado identificándose con corporaciones. intereses Sí, esta batalla podría iniciar un Bad Godesberg de la izquierda italiana: quizás las retaguardias del PD y los sindicatos, con angustia, se estén dando cuenta.  

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