Incluso la pacífica Suiza tiene sus problemas. La piedra del escándalo, en este caso, es la superliquidación que la farmacéutica Novartis pagará al saliente número uno Daniel Vasella, una cuantía cuanto menos inapropiada indemnización por despido de 72 millones de francos (unos 60 millones de euros), lo que provocó una ola de indignación en todo el país.
"Locura", la definió la ministra socialista de Justicia y Policía, Simonetta Sommaruga, mientras que el presidente de la Confindustria suiza Rudolph Wehrli aumentaba la dosis: "Entiendo que todo el mundo esté indignado, en cambio yo también". Los accionistas de Novartis también se enfurecieron, quienes amenazan con emprender acciones legales, y durante la reunión del próximo viernes, que promete ser candente, intentarán bloquear este pago.
Para complicar aún más un panorama ya de por sí intrincado, el hecho de que haya llegado la noticia de la superliquidación de Vasella, de XNUMX años. a dos semanas de un referéndum, que se celebrará el 3 de marzo, y que pretende poner un techo a los salarios abusivos de los directivos.
El grave riesgo es que esta indemnización haya dado el impulso emocional necesario a los partidarios del sí, encabezados por el pequeño empresario Thomas Minder, quien, según algunos diarios, tiene que agradecer a Vasella si, de momento, parece que El 57 % de los votantes suizos está a favor del tope salarial para los directivos, a pesar de los temores de los círculos empresariales que temen que una ley así pueda empujar a los mejores directivos a emigrar en masa a otros países. El presidente del partido liberal Philipp Müller lo tiene bastante claro: "Es como si nos hubiera disparado en el pie", dijo hablando de Vasella.