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Hay aires de cambio en Sudamérica: elecciones en Argentina, Uruguay y Brasil en un mes

El expresidente de centroderecha uruguayo Julio María Sanguinetti escribió en las páginas de El País un análisis comparativo de la situación preelectoral en Argentina, Uruguay y Brasil. En los tres, dice Sanguinetti, hay un soplo de vientos de Cambio, un aire de cambio – Pronto el resultado de la triple votación, con muchas incertidumbres.

Hay aires de cambio en Sudamérica: elecciones en Argentina, Uruguay y Brasil en un mes

De las páginas del diario español más importante llega un profundo e interesante análisis del futuro de gran parte de Sudamérica. El expresidente uruguayo -en el cargo de centroderecha durante dos mandatos, de 1985 a 1990 y de 1994 a 2000- ha incursionado en un estudio comparado de tres realidades políticas y económicas sudamericanas porque, a finales de octubre, estarán Uruguay, Brasil y Argentina, y en los tres casos el resultado, que parecía obvio hasta hace unas semanas, en cambio aparece más en la balanza de lo que uno podría haber imaginado.

En Argentina se acerca el ocaso de la era Kirchner, pero puede seguir gobernando sobre la ola de un peronismo renovado que nunca parece agotar la fuerza camaleónica que lo hizo sobrevivir huracanes e guerras civiles. Más al norte, en Brasil, la derecha no tiene opciones concebibles, mientras que un centro moderado o incluso la izquierda podría ganar consenso. Finalmente, en Uruguay los partidos tradicionales –aunque con algún repaso progresista– reflejan bien las distintas corrientes divididas entre liberalismo, conservadurismo anglófono y tímidos socialdemócratas.

Lo que vive América del Sur es ciertamente un período de transición, que por lo tanto se presta a cambios en las élites políticas, incluso radicales. ¿Por qué período de transición? Los tres países, dice Sanguinetti, han vivido los últimos diez años en continuo crecimiento económico, a veces exponencial. Esto estuvo asegurado por una abundancia de exportaciones de materias primas, minerales y productos agrícolas, pagadas muy caras por los países importadores, de los cuales la demanda asiática era el mayor accionista. Ahora el empuje necesariamente se ha detenido, y la población es muy consciente de las consecuencias que ha de pagar la última década de vivir en una riqueza en la que, según Sanguinetti, los salarios ciertamente han aumentado, pero ciertamente no como los ciudadanos sudamericanos esperaban.

En primer lugar, si por un lado Uruguay, Brasil y Argentina han sido grandes exportadores, por el otro todavía deben garantizar a la población los bienes últimos, los productos terminados. Y estos vienen solo de ultramar -o de arriba de México- debido precisamente a políticas que están todas orientadas a hic y nunc subestimando, a juicio del expresidente uruguayo, opciones amplias que podrían haber garantizado una mayor autonomía a las economías de los países. Por eso, aunque la sombra de una crisis inminente parezca extremadamente remota, el futuro de uruguayos, brasileños y argentinos estará más condicionado por el rigor que por la distribución de la riqueza.


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