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Ilva Taranto, el enredo judicial no promete salida del túnel

Las contradicciones políticas sobre el escudo penal y la superposición de actuaciones judiciales parecen alejar una salida para la crisis de la atormentada planta de Tarento

Ilva Taranto, el enredo judicial no promete salida del túnel

Ni siquiera un cortesano consumado, cínico y astuto como Polonio sería capaz de encontrar un hilo de lógica en esa crisis esquizofrénica que está provocando -con la salida del antiguo grupo Ilva de ArcelorMittal – daños de dimensiones incalculables a la economía italiana, con la desertificación de una vasta zona del Sur, porque se verá obligada a cerrar sus puertas, junto con la mayor siderúrgica europea, incluso el sector conexo. Decenas de miles de puestos de trabajo están en peligro.

Para remediar esto desastre anunciado (desde junio ArcelorMittal ha anunciado que sin el escudo penal se habría ido) el Gobierno – que por sus contradicciones internas ha cambiado las reglas y garantías en este aspecto – trata de ocultar una enorme cola de paja con un llamamiento al patriotismo y a la unidad nacional contra el extranjero que, según la velina del Palacio Chigi, se sirve de un pretexto trivial (como el de querer protegerse de una actitud persecutoria de la justicia penal) para marcharse, demostrando así haber complotó para ganar la licitación con el único propósito de matar, como un caballo cojo, a un competidor de peso en el mercado internacional del acero. Siempre estamos ahí: en conspiraciones de grandes potencias y multinacionales.

Ahí es cuando corres a preguntar ayuda al poder judicial, con la esperanza de que el tintineo de las esposas haga retroceder a los indios perjuros. Pero la idea de que una empresa extranjera, como ArcelorMittal o cualquier otra empresa, grande o pequeña, pueda verse obligada por una sentencia a invertir en un negocio que salió mal y gestionar una operación de quiebra en territorio hostil es una tontería. Así como no está previsto el trabajo forzoso, tampoco no hay actividad empresarial obligatoria. Luego, pasajes que han decidido ocuparse del asunto, aún con una investigación contra personas desconocidas, la fiscalía de Milán que de laAsunto fue invertido por la propia empresa a los efectos de comprobar la facultad y legitimidad de la extinción del contrato.

Pero que los comisarios extraordinarios -los mismos que habían exigido la aplicación de la impunidad para su protección- presenten una denuncia ante el tribunal de Taranto, denunciando, contra ArcelorMittal, "hechos y conductas inherentes a la relación contractual con ArcelorMittal, lesivos para el patrimonio nacional". economía”, tiene el sabor de una trágica patraña. Repetido unos días después en Milán. Ciertamente, la empresa no debe entregar un establecimiento muerto, con los altos hornos apagados. Y ella se comprometió a no con vistas a una decisión judicial. Pero, ¿cuál fue el contenido de la orden judicial de Tarento que obligó a ArcelorMittal a abandonar la operación?

Recuperamos la nota de prensa en la que la empresa explicaba sus motivos. "Las disposiciones emitidas por el Tribunal Penal de Tarento obligan a los comisionados extraordinarios de Ilva a completar ciertas disposiciones antes del 13 de diciembre de 2019, fecha límite que los mismos comisionados consideraron imposible de respetar, bajo pena de apagar el alto horno número 2".

Ahora, de nuevo según la empresa, las disposiciones mencionadas "deberían aplicarse razonable y prudencialmente también a los otros dos altos hornos de la planta de Taranto". Pero, esta paralización “haría imposible que la Compañía implemente su plan industrial, administre la planta de Taranto y, en general, ejecute el Contrato”.

En resumen, ¿dónde está el problema? ArcelorMittal no lo dice explícitamente, pero el escudo penal, en su carácter excepcional, se consideraba una medida necesaria, en una realidad en la que el poder judicial parece hacer uso -desde 2012 hasta hoy- de sus facultades para librar una guerra despiadada contra la siderúrgica de Taranto, hasta el punto de impedir efectivamente aquellos procesos de recuperación exigidos, condicionándolos a métodos y tiempos incompatibles con las características de los procesos productivos de la industria siderúrgica y con una mínima rentabilidad de la acería (que actualmente pierde dos millones al día).

Es difícil culpar a un inversor al que se le pide que haga lo imposible, esperando que lo haga, si no quiere encontrarse con las limitaciones (y grilletes) de la justicia. Para explicar mejor la captura de los altos hornos Marco Leonardi, a propósito de la incautación judicial del alto horno número 2, relató los hechos: “Después de la trágica muerte de un trabajador en 2015, el horno fue incautado y para la liberación judicial Custodio ha impuesto su completa automatización. Los Mittal argumentan que, de ser así, deberán proceder con las mismas innovaciones también en los altos hornos 1 y 4 (que son completamente similares al n.2), algo muy complicado de lograr a corto plazo y que impide la producción de 6 millones de toneladas prevista en el plan industrial (para ser automatizado, el alto horno deberá permanecer inactivo por un tiempo)”. Y en todo caso, técnicamente no existe la posibilidad de automatizar el alto horno en cuestión en la fecha establecida.

Por tanto, la dirección de la ex Ilva debería cerrar y al mismo tiempo dejar en funcionamiento el alto horno más importante de la planta. En esencia, responder penalmente tanto por la continuidad de la operación como por el cierre de las plantas. Para cumplir con su deber, los fiscales de Milán deben investigar a sus colegas de Tarento, quienes deben enviarse a sí mismos los avisos de garantía, por daños a la economía nacional., tal vez "parada posterior".

Mientras tanto, el razonamiento tardío de la voluntad de reconocer la crisis del mercado del acero y asumir las consecuencias proviene de organizaciones sindicales, cuyos líderes fueron recibidos por el Jefe de Estado. Pero también existen dificultades dentro de ellos. Son denunciados por el inmovilismo de las estructuras territoriales de Tarento y Apulia, que han confiado solo a los trabajadores de la planta la carga de defender sus puestos de trabajo junto con una parte estratégica de la economía del Sur y de Italia.

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