comparte

¿Éxodo o éxodo? Estos son los números que revelan el malentendido

La Oficina de Presupuestos del Parlamento revela las cifras reales de los despidos y sus costes, destacando cómo la idea original de salvaguardar a los trabajadores que se quedan sin trabajo tras haber pactado con la empresa su jubilación ha degenerado y se ha convertido en un asistencialismo generalizado que resta recursos a la Ley de empleo y amortiguadores sociales

¿Éxodo o éxodo? Estos son los números que revelan el malentendido

¿Habrá una octava salvaguardia como piden los lobbies del llamado éxodo y sus “señores protectores” en el Parlamento? El tema vuelve a estar de actualidad entre los muchos temas de seguridad social que están en la agenda de los programas de entrevistas de televisión. Sin embargo, ha llegado el momento de afirmar en voz alta que el "escándalo" no reside en el fenómeno en sí mismo sino en la falsa alarma social levantada y alimentada por los medios de comunicación "en busca del tiempo perdido" así como en las onerosas siete salvaguardias establecidas por parte de los gobiernos (lo último en la ley de estabilidad para 2016) con recursos masivos dignos de un mejor uso.

Encontramos confirmación de nuestras críticas en un Focus (Nº 2/2016), editado por Nicola Carmine Salerno en nombre de la Oficina Presupuestaria del Parlamento (UPB) dedicado, de hecho, a esta historia típicamente italiana. Comencemos con los números. A finales de 2015, la cobertura prevista de las salvaguardas alcanzaba los 196.530 sujetos (170.230 para los seis primeros y 26.300 para el séptimo).

Luego de la reprogramación general prevista en la citada ley de estabilidad (ley n. 208/2015), el cupo programado se reduce a 172.466 sujetos (derivado de la reducción a 146.166 de los interesados ​​en las primeras seis garantías - como resultado de la reducción de estimaciones iniciales sobreestimadas -a las que hay que sumar 26.300 del séptimo- para un gasto total de algo más de 11,4 millones de euros en el periodo 2013-2023 (9,9 millones de los seis primeros más 1,5 millones del séptimo). En este sentido, el Focus recuerda que el INPS atribuye a las siete salvaguardias la erosión de alrededor del 13% del ahorro de costes (88 millones) obtenible, en una década desde su entrada en vigor, gracias a la reforma Fornero de 2011.

El otro dato interesante, en cuanto a la interacción entre el tema de los despidos y la reforma, surge del peso que estos tratamientos "protegidos" (por aplicación de las reglas anteriores) han tenido sobre el número de pensiones de vejez y antigüedad pagadas en los últimos años En 2014 se pagaron 189.835 pensiones por este concepto, con una incidencia aproximada del 11% sobre el flujo medio de los asegurados.

En 2015, las 251.294 nuevas pensiones de vejez y antigüedad correspondieron a una incidencia de las “salvaguardadas” de aproximadamente 8,3%. De los 170.230 sujetos del cupo programado en el conjunto de las seis primeras salvaguardias, las solicitudes fueron aceptadas 115.967, las rechazadas 51.518. Se liquidaron 83.396 tratamientos, quedando por examinar 5.566 solicitudes. Se confirma así una cierta generosidad de las estimaciones.

De hecho, al examinar las tendencias de las distintas categorías protegidas, resulta que solo el 68% de la cuota programada pudo hacer uso de ellas. Las únicas dos categorías que excedieron los objetivos señalados fueron los funcionarios exentos, a petición de éstos, del servicio y, sobre todo, los de excedencia o excedencia para asistir a familiares con gran discapacidad (el doble del número del contingente): lo cual es sumamente significativo de un caso de "asistencia" muy extendido en la administración pública gracias al cual no sólo son generosos los permisos concedidos durante la relación laboral, sino que incluso se mantienen las antiguas reglas de jubilación.

Además, el Informe no deja de hacer valoraciones políticas, constatando cómo, con el avance de las salvaguardias, se ha producido una transformación de los objetivos que, tras la reforma, justificaban las derogaciones. Las recaídas, favorecidas por las incertidumbres informativas, han llevado -escribe la Upb- al inicio de un proceso de protección casi total de las expectativas de quienes han vivido u optado voluntariamente por cambios en el ámbito laboral incluso muchos años antes de la reforma Fornero y quienes esperaban que la pensión comenzara con las viejas reglas aún en tiempos muy posteriores a la reforma.

Por poner algunos ejemplos, se han admitido como salvaguardias: los que dejaron el trabajo antes y después de la reforma y que ya estaban autorizados a continuar voluntariamente, aunque reempleados con un contrato distinto al indefinido; los que ya habían solicitado la exención de obra pública, incluso con base en leyes regionales y aunque la exención aún no hubiera comenzado; los ya involucrados en acuerdos para el uso de redes de seguridad social, incluso si el inicio de los despidos o el cese de labores se dieron varios años después de la reforma (para 2014 y 2016 respectivamente).

Si la secuencia de intervenciones de salvaguardia continuara, se vería cada vez con mayor claridad el cambio progresivo de objetivo de estas medidas: no una exención dirigida específicamente a los trabajadores que se encuentran en dificultades económicas en los años que transcurren entre el cese de la actividad y la percepción de la primera pensión por los cambios introducidos por la reforma Fornero (es decir, los despidos en sentido estricto), sino una solución para albergar a públicos más amplios y no necesariamente, o no todos, perjudicados directamente por la reforma, utilizando salvaguardias en sustitución de pasivos políticas laborales u otras instituciones de bienestar que actualmente están subdimensionadas o ausentes.

Independientemente de la valoración del mérito de estos propósitos adicionales, esta tendencia hace menos transparente el diseño de políticas y las prioridades de la acción pública. Además, se superpone -estigmatiza a la Upb- de manera insuficientemente coordinada con el proceso de la Ley de Empleo y con la revisión de las redes de seguridad social, que también termina restando recursos.

Revisión