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Emilia: los valores de todos los tiempos para renacer tras el terremoto

DESPUÉS DEL TERREMOTO - Para restaurar la fuerza de la economía de Módena severamente golpeada por el terremoto, nunca se necesita una mirada larga como hoy - Dos habilidades nos respaldan: siempre hemos sabido hacer industria y estamos acostumbrados a llegar a nuestros vecinos, mostrar solidaridad para lograr un objetivo común.

Emilia: los valores de todos los tiempos para renacer tras el terremoto

El último número de la publicación bimensual Outlook of Confindustria di Modena (re)habla sobre el terremoto en Emilia, que azotó con especial violencia la región de Módena. La muerte que atrapó a empresarios y trabajadores juntos en la fábrica quedará en la memoria de todos nosotros como uno de los signos imborrables de lo sucedido y, al mismo tiempo, doloroso pero auténtico testimonio de lo que es nuestra tierra. Un lugar que sin duda vale entre el 1 y el 2 por ciento de la riqueza producida en Italia y que es una verdadera máquina exportadora (Módena con más de diez mil millones en 2011 compite con Bolonia por la primacía en la región, y no son pocas nuestras comarcas las que exportan más de la mitad de su facturación).

Pero es mucho más que eso. También es un lugar, el nuestro, donde la capacidad de cooperar entre los diversos "mundos" (administraciones locales, organizaciones voluntarias, empresas, asociaciones, trabajadores, sindicatos, escuelas, universidades, bancos, y la lista ciertamente está incompleta) es muy alto; Dónde confianza mutua, con miras a perseguir objetivos comunes, alcanza los niveles más altos del país. En el lenguaje de los iniciados estas características van bajo el nombre de "capital social". Es al menos desde el famoso viaje a Italia, a principios de los años 90 del siglo pasado, del sociólogo estadounidense Robert Putnam que las virtudes cívicas de una región como Emilia-Romaña son reconocidas por todos.

Sin embargo, después de lo que vivieron en carne propia, especialmente con los dos temblores del martes 29 de mayo, no podemos decírselo así a nuestros hijos. Conviene recurrir al viejo, pero aún vigente dicho de que «la unión hace la fuerza»; o, para los de mi generación, sacar de la maleta de los recuerdos aquella extraordinaria serie de televisión "Los muchachos del padre Tobía" donde "quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro". Quizá, tomándonos un poco de licencia con respecto a las teorías rigurosas de la literatura internacional antes mencionadas, podríamos llamarlo el "capital de la amistad". En toda probabilidad, pasa la expresión, es mayúscula que a corto plazo rinde menos que las diabluras inventadas por las finanzas creativas en la última década, pero rinde, sí, a medio y largo plazo: es la mano extendida en los momentos de dificultad; es la capacidad de hacer cosas juntos.

Nunca antes ha sido necesaria una larga mirada para devolverle fuerza a una economía evolucionada como la de Módena. Las ganas de volver a empezar eran y son grandes, como lo demuestran los hechos de los últimos meses tras el terremoto. Los trabajos de la asamblea de Confindustria Módena, celebrada a principios de junio y a la que se dedica un amplio espacio en este número, cuentan precisamente esta historia. Todos los que han aportado su testimonio nos hablan, desde sus respectivas miradas, de una confianza y una esperanza que nunca debe fallar.

Por supuesto, la reconstrucción no será una tarea fácil ni corta. Hay casas destruidas, centros históricos cerrados (la dramática "zona roja"), el patrimonio histórico y artístico herido. Y hay almacenes y fábricas que asegurar permanentemente y las cadenas productivas, ahora rotas, que reconstruir. Sí, mucho de este terremoto tiene que ver con el ámbito de la producción. Desafortunadamente, a menudo sucede que recordamos el privilegio que tenemos de vivir en una de las áreas más desarrolladas y prósperas de toda Europa solo cuando un poco de nuestro bienestar se está escapando. Aquí hay que apoyarse en la conciencia de que la economía no es lo que se ha puesto en escena, en los últimos años, en los mercados financieros internacionales de moda. Aquí la industria continuó. En tal lugar, entonces, debemos cultivar la ambición de redescubrir la gran tradición humanista de la economía, que el cardenal Gianfranco Ravasi ilustra con estas hermosas palabras: "Es la ley que gobierna la casa del mundo". 

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