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Crisis de la UE, expulsar a Grecia es inútil

La hipótesis de expulsar a Grecia de la zona del euro como solución a la crisis de la deuda soberana ni siquiera debería plantearse: el coste sería 10 veces el importe total de los planes desarrollados hasta la fecha para mantenerla dentro - Hay que centralizar la política fiscal, aumentar los recursos y materias de competencia comunitaria.

Crisis de la UE, expulsar a Grecia es inútil

La gran crisis iniciada en 2007 en Estados Unidos, generada por la caída de los precios inmobiliarios y las consiguientes dificultades de las hipotecas de baja calidad (subprime) desembolsadas y posteriormente vendidas en forma de préstamos titulizados, se globalizó tras la quiebra de Lehman en 2008. La crisis ha obligado a muchos gobiernos (no al italiano, en realidad) a intervenir con dinero público para apoyar a los bancos y evitar el colapso del sistema financiero. Incluso en Europa, muchos países han visto aumentar considerablemente su deuda pública (por ejemplo, Irlanda, Reino Unido, España) debido a estas intervenciones. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno griego declaró que su deuda pública era en realidad mucho mayor que la oficial y, por lo tanto, la crisis financiera se estaba convirtiendo en una crisis de deuda pública en Europa. Pero el aumento de la deuda de los países pertenecientes a la eurozona, por sí solo, no explica la crisis de la moneda única: de hecho, la deuda del conjunto de la eurozona (88% del PIB) es inferior a la de UU. (100 %) y no muy superior a la del Reino Unido (76 %), país no perteneciente a la eurozona.

De hecho, la desconfianza de los mercados se debe principalmente a las dudas sobre la sostenibilidad de la moneda única ante crisis sistémicas como la que estamos viviendo. En la literatura económica, las condiciones que hacen sostenible la adopción de una moneda única son cuatro: (1) flexibilidad de precios y salarios, (2) movilidad de los factores de producción, (3) integración de políticas fiscales para una política redistributiva común, (4) convergencia de las tasas de inflación. Con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 97, los países de la UE lograron en parte obtener una convergencia de la deuda pública y las tasas de inflación, pero nunca una verdadera integración de políticas. Por otro lado, ya en 1950 Schumann declaraba que “Europa no se puede hacer de golpe ni se va a construir toda junta, sino que surgirá de realizaciones concretas y progresivas” y, posteriormente, Prodi, en una entrevista a The Economist (2002) había subrayado cómo “la unión monetaria era una construcción incompleta, que se perfeccionaría cuando las condiciones estuvieran maduras o la crisis lo impusiera”.

La falta de visión estratégica de los líderes europeos en los últimos años nos ha llevado a este segundo escenario. El mes pasado, durante una ronda de reuniones en China, un inversionista local me explicó que la palabra "crisis" en su idioma se compone de dos ideogramas, el primero de los cuales indica un "peligro inminente" y el segundo "una 'oportunidad'". ". Si nos centramos en este segundo aspecto, podemos intentar trazar un camino ideal ya la vez realista, que nos permita imaginar Europa después de la crisis, dentro de 24 meses.

En primer lugar, para aclarar un posible malentendido, debo decir de entrada que la hipótesis de expulsar a Grecia de la eurozona como solución a la crisis de la deuda soberana ni siquiera debería plantearse. Si no me creen, los invito a leer un certero estudio del banco suizo UBS, que cuantifica el costo de la salida de Grecia de Europa en 10 veces el monto total de los planes desarrollados hasta la fecha para mantenerla adentro: devaluación de la reintroducida moneda nacional vieja, barreras arancelarias y deuda (que se mantendría en euros) provocaría una cadena de defaults de bancos y empresas, que sumiría al país en un caos modelo "Argentina 2011".

Pero el dato más interesante del estudio está en el pasaje en el que demuestra que incluso el gobierno alemán, si decidiera indignado salir de la zona del euro, obligaría a sus propios ciudadanos a pagar una factura de unos 10 euros cada uno, contra los mil de un "rescate" de Grecia, Irlanda y Portugal juntos.

Por tanto, para llegar a una solución que evite incurrir en los costes anormales (incluidos los políticos) de un colapso de la moneda única, es imprescindible llevar a cabo cambios profundos en la arquitectura institucional de la UE que conduzcan a una mayor integración de las economías y políticas fiscales, superando las reticencias de clases políticas nacionales miopes y localistas.

El Pacto Fiscal y el Mecanismo Europeo de Estabilidad son las últimas medidas de emergencia, que saludamos, siempre que elevemos el presupuesto del Mes a 1.000 millones y le permitamos intervenir directamente en apoyo de los grupos bancarios en crisis y no solo a través de los Estados, como 'se espera ahora.

Un instrumento a medio plazo pendiente de proceder a una integración fiscal real podrían ser los eurobonos, es decir, las emisiones de bonos comunes por parte de los estados miembros de la Eurozona, que se convertirían en un instrumento ordinario de gestión de la deuda pública, reemplazando parcialmente las deudas nacionales con garantía solidaria. En otras palabras, las deudas públicas de los Estados serían sustituidas sólo en parte por eurobonos (habría un límite como porcentaje del PIB a la emisión de eurobonos); por otra parte, los estados deberían seguir emitiendo bonos nacionales para financiarse. Los demás estados serían en todo caso garantes de todos los eurobonos emitidos.

Hace más de veinte años, los informes Delors y McDougall ya habían allanado el camino: “En todas las federaciones, las diferentes combinaciones de políticas presupuestarias tienen un poderoso efecto de absorción de impactos… Un presupuesto federal (excluyendo defensa) debería estar en 2-2,5% de PIB, dado que una política fiscal comunitaria de estabilización es un elemento clave en cualquier programa de integración monetaria europea”.

Además, la mitad del 1% actual se dedica a subvenciones agrícolas, y no a temas estratégicos como la energía, la defensa o la política exterior y de seguridad. En otras palabras, para calmar los mercados y diseñar el único futuro posible de la Unión federal europea, debemos centralizar la política fiscal, aumentar progresivamente los recursos y las materias de competencia de la Comunidad. ¡Démonos dos años, no más! 

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