La telemática – Internet + telecomunicaciones – continúa la 'destrucción creativa' (como la llamó Schumpeter) de sectores y servicios. Ahora es el momento de los taxis. Una aplicación llamada Uber le permite al ciudadano común con un teléfono celular llamar a un automóvil y que lo lleve a donde quiera a un precio mucho más bajo que un taxi. Los conductores son elegidos por el gerente de Uber, deben cumplir con ciertos requisitos, tener una póliza de 'casco' y tener un auto en buenas condiciones (modelo 2005 o más reciente). Naturalmente, los taxistas tradicionales están furiosos y, donde el servicio ya existe (en algunos estados de EE. UU. y en otros lugares), han luchado duro, retratando los peligros de depender de una estructura no regulada y conductores desconocidos. En algunos casos Uber ha tenido que contratar un seguro adicional, agregando un dólar a las tarifas: la empresa se queda con el 20% de lo recaudado y el conductor el resto.
La batalla continuará, pero no es difícil predecir la victoria de Uber. Si los conductores se portan mal, serán excluidos del servicio: por lo tanto, existe un mecanismo de autorregulación, un poco como lo que sucede en eBay, donde el riesgo de ser engañado se mitiga por la "reputación" construida por el vendedor y hecha pública. Uber, que se originó en los EE. UU., fue financiado por Google con 250 millones de dólares.
