"No me arrepiento. no voy a volver Termina la más larga de las guerras americanas, no cambiaré de opinión, no pasaré la guerra de Afganistán a un quinto presidente: ¿cuántas vidas más debo sacrificar? No repetiré los errores del pasado. Los derechos humanos no se pueden defender con enfrentamientos militares interminables. En Afganistán sólo estuvimos allí para luchar contra el terrorismo. Prefiero criticar a no decidir. No quiero un nuevo Vietnam". Asediado por las críticas nacionales e internacionales por la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, que allanó el camino para que los talibanes recuperaran Kabul, el presidente estadounidense Joe Biden intenta defenderse y explicarse hablando a la nación. En realidad, la retirada estadounidense de Afganistán había sido negociada por sus antecesores y firmada por Donald Trump y era un compromiso electoral de Biden pero la forma y los momentos en que se produjo no le protegen de una lluvia de críticas y no puede ocultar lo que aparece como un golpe humillante de los EE. UU. con Kabul que recuerda a Saigón con la fuga de los estadounidenses en helicóptero.
“Después de veinte años no es un buen momento para retirarse”, afirma el presidente estadounidense que en cambio ataca a los afganos: “Sus líderes han huido y sus fuerzas armadas se han derrumbado. Los soldados estadounidenses no tienen que morir en una guerra que los afganos no quieren pelear por tu país Y si no pueden hacer frente a los talibanes hoy, no hay razón para que lo hagan dentro de un año o cinco años". Es difícil pensar que Biden haya convencido al mundo de su jugada pero, en su discurso a la nación, no pierde la oportunidad de lanzar una durísima advertencia a los talibanes: “Si nos atacan, nuestra respuesta será devastadora”. Pero la hora de la retirada sigue llena de incertidumbres y dolores y para EE.UU. limitar los daños de la evacuación no será fácil.