Alguien había perdido la esperanza. En los últimos años, la serie A1 de baloncesto había sido un colapso vertiginoso. La gloriosa máxima categoría italiana había pasado en pocos años de ser una de las mejores ligas de Europa a convertirse en un hervidero de mediocridad y escándalos. Poco dinero, campeones en fuga, un público cada vez más distanciado y desinteresado.
La única luz en la oscuridad se encendió allí. Monte Paschi Siena. Los campeones de los últimos cinco años parecían, en un momento, usar los partidos de la Serie A como entrenamiento para la competencia europea entre semana, demoliendo a sus desafortunados sparrings domingo tras domingo.
Hoy la historia parece haber cambiado y esta historia lleva el nombre y apellido de alguien que siendo niño vislumbró por delante un camino glorioso hecho de éxitos y trofeos: Danilo Gallinari. Lo ocurrido el pasado domingo en el Mediolanum Forum, la victoria del Milan ante el Siena por 63 a 56, es increíble y tiene un significado mucho más profundo que un triunfo en un partido directo de inicio de temporada. Milan no había vencido a Siena en 21 partidos consecutivos, 5 años, incluida la final del campeonato.. Para derrotar a los rivales verdiblancos hizo falta Danilo, el hombre del destino, quien puso la guinda a una actuación que podría convertirse en el símbolo de un nuevo ciclo en el baloncesto italiano. Danilo Gallinari tiene al Olimpia Milano en el corazón y en la piel. Creció en el mito de papá Vittorio, estrella del gran Milan de los 80, el as de los Denver Nuggets, justo antes de partir a probar suerte en el extranjero, decidió tatuarse en su costado "Orgulloso el guerrero", el símbolo histórico de los rojiblancos.
“Seguro que tarde o temprano volveré a jugar aquí” dijo en el verano de 2008 cuando se preparaba para unirse a Mike "Arsenio" D'Antoni en Nueva York, un elemento más de ese Olimpia que hace 30 años abrió el ciclo ganador que traería cinco títulos de liga y dos copas bajo el Duomo de los campeones. Danilo no pensó que tendría que volver tan pronto. Para ofrecer esta oportunidad ha llegado la bloqueo de la NBA, el cierre patronal que paraliza la liga americana. Danilo no dudó en asumir el reto y, pudiendo contar con un grupo de todo respeto así como la sabia guía de Sergio Scariolo, es candidato a traer a Milán un título que le falta desde 1996.
Así como para los fanáticos del equipo de Giorgio Armani, esta es una buena noticia para todos los fanáticos del baloncesto italiano que podrán seguir un campeonato que por fin encuentra su encanto. Ciertamente, sobre el sueño de las zapatillas rojas pende el hacha de una negociación entre jugadores y dueños de la NBA, que podrían desbloquearse en cualquier momento.
En la última semana, sin embargo, los partidos parecen haberse distanciado de nuevo y se ha anunciado la cancelación de partidos hasta el 15 de diciembre, es decir, el 26% de los partidos de temporada regular. La situación se complicó aún más por la iniciativa de algunos jugadores que demandaron a la NBA por la violación de las normas antimonopolio, pidiendo una compensación asombrosa (estamos hablando de 2 mil millones de dólares). La afición milanesa tiene esperanzas pero no se hace demasiadas ilusiones. De todos es sabido que la carrera de Danilo está en Estados Unidos y no podía ser de otra manera para un jugador de su nivel..
En cambio, para los románticos del deporte esta es una de esas historias demasiado buenas para no tener que seguir su propio guión. Hay demasiadas relaciones entre este Milan y el gran Olimpia y tal es la personalidad de este equipo que con tozudez ha logrado derrotar y desbancar en la tabla de posiciones al equipo símbolo del baloncesto italiano de los últimos 5 años. El desafío está abierto: será largo y apasionante con el sabor fatal de un círculo que debe cerrarse. Que podamos disfrutarlo plenamente dependerá de los abogados, sindicalistas, magnates y jugadores que viven a 6000 kilómetros de la ciudad de la Madonnina.. De hecho, todos saben que las esperanzas del Milán de volver al Olimpo están contenidas en los dedos inspirados del grandullón de Sant'Angelo Lodigiano con historia en las venas, dinamita bajo los pies y oro en las manos.
