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El demoledor también llega a París: Hollande elige a Manuel Valls como nuevo presidente del Gobierno

François Hollande, tras la tragedia de los municipales, apunta como nuevo presidente del Gobierno a Manuel Valls, considerado en París un "destructor" como Matteo Renzi en Italia - Muy popular y poco querido por el aparato del Partido Socialista, es un liberal en las cuestiones económicas y da gran importancia a las de seguridad.

El demoledor también llega a París: Hollande elige a Manuel Valls como nuevo presidente del Gobierno

En los últimos municipales, Francia giró a la derecha. E incluso François Hollande, el eterno indeciso, aunque entre mil vacilaciones, decidió dar un giro a su manera: sustituyó como primer ministro a su leal de toda la vida, Jean-Marc Ayrault, ya desacreditado, por Manuel Valls, un moderado socialista, disgustado por el aparato del Partido Socialista (PS). Valls no es un personaje fácil de clasificar: independiente, resolutivo, de carácter difícil (inmodesto e impulsivo), alérgico a ciertos clichés de la vieja gauche francesa. A medida que llegaban noticias de Matteo Renzi, el "chatarrero", desde Roma, incluso en París empezaron a mirar a Valls como un chatarrero local. Como su alter ego italiano, siempre en lo más alto de las encuestas.

Partamos, precisamente, de este elemento. Apenas unos meses después de ser nombrado ministro del Interior en mayo de 2012, Valls saltó a la cima de los políticos franceses más populares y se mantuvo firme desde entonces, a diferencia de la mayoría de sus colegas y de Hollande, que se ha desplomado rápidamente hasta el fondo. Hoy el presidente, acusado de no manejar bien esta delicada etapa económica, necesita urgentemente un consenso. Necesita un personaje como Valls.

Manuelito, como le llaman en la Ps, nacido en 1962, nació en Barcelona, ​​hijo de un pintor catalán, que huyó a París por ser antifranquista, y de madre suizo-italiana. Obtuvo la nacionalidad francesa solo a los veinte años. Creció en un ambiente lleno de estímulos artísticos e intelectuales, aunque recibió una educación austera y algo rígida. Un estudiante de la facultad de historia de la Universidad Tolbiac de París en la década de XNUMX, entonces un semillero de la extrema izquierda, Valls nunca fue un rebelde, incluso en esos días. Pronto se unió al Partido Socialista, llamándose reformista y afirmando su admiración por la socialdemocracia alemana y nórdica.

Desde 2001 (y hasta 2012) Valls fue alcalde de Évry, en la calurosa banlieue de París. Desde el primer momento, a diferencia de sus compañeros de partido, ha dado importancia al tema de la seguridad, tan querido por el francés medio y un problema objetivo en estas zonas periféricas de la capital. En aquellos años Valls también contaba con la aprobación de los votantes de derecha, mientras pasaba por el punto de mira del PS puro y duro, definido de forma despectiva como "le Sarkò de gauche", en alusión a Nicolas Sarkozy, que también fue siempre atentos a temas de lucha contra el crimen. El mismo Sarkzoy, una vez que asumió la presidencia, trató de involucrarlo en el gobierno, pero Manuelito nunca cedió. Valls ha seguido, sin embargo, tomando posiciones a contracorriente, como cuando el año pasado, en relación a los enésimos problemas que suscitaron los campamentos ilegales de gitanos en los alrededores de París, dijo rotundamente que no querían integrarse, criticando cierta respetabilidad de izquierda, lo que llevó a defenderlos hasta el amargo final. 

También en otros temas el hombre es impredecible. En las económicas, por ejemplo, siempre ha sido un liberal, un admirador de Blair. Ha criticado repetidamente la ley que limita la jornada laboral semanal a sólo 35 horas en Francia y que muchos observadores juzgan como una de las razones por las que las empresas han perdido competitividad frente a otros países del Viejo Continente. Incluso en Europa puede ser impredecible: en 2005 decidió votar no en el referéndum sobre la constitución europea. Evidentemente, no es querido en el partido, sobre todo por la izquierda del PS, pero Valls, en los últimos años, ha tenido la inteligencia de mediar con varios compañeros, como Arnaud Montebourg y Benoit Hamon, que pertenecen, por nacimiento, a su misma generación, pero están más a la izquierda y más cerca de la nomenclatura Ps. En definitiva, demoledor, pero hasta cierto punto…

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