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Medio ambiente y energía, el posible punto de inflexión que piden los jóvenes

La transición energética -basada en la eficiencia, la innovación y la sostenibilidad- puede realmente hacer posible impulsar el crecimiento reduciendo las emisiones contaminantes y mejorando el medio ambiente, pero necesitamos superar la debilidad de la política y demasiados prejuicios anticientíficos que alimentan las protestas de los que no confían en el progreso

Medio ambiente y energía, el posible punto de inflexión que piden los jóvenes

Karl Marx, de quien todo puede decirse menos que era un utópico, sostenía que los hombres sólo plantean aquellos problemas para los que ya existen, o se están creando, las condiciones para resolverlos. quien sabe si los jóvenes que han invadido las plazas de medio mundo (occidental) exigiendo un cambio en las políticas medioambientales si se movieron en base a esta creencia racional o si, más simplemente, estando inmersos en una extraordinaria revolución tecnológica, sólo la intuyeron. El caso es que el cambio que exigen hoy no sólo es necesario, sino que también es posible.

la "desacoplamiento”, es decir, la separación de la tendencia de crecimiento de la de las emisiones es un proceso que ya está concretamente en marcha en los países desarrollados, aunque avanza con dificultad y a ritmos diferentes de un país a otro. En el generación eléctrica, por ejemplo, el ahorro y la eficiencia energética, la diversificación y el uso adecuado de las fuentes (más renovables y gas y menos petróleo y carbón), el flujo continuo de innovaciones tecnológicas y descubrimientos científicos (por no hablar de la "fusión magnética", la fusión nuclear en que también está trabajando Italia) ya hoy permiten una reducción de las emisiones en comparación con la energía producida.

En 'industria intensiva en energía, un proceso similar ha estado en marcha durante algún tiempo. Consumir menos energía, menos materias primas y menos espacio es algo por lo que luchan todas las empresas de todos los sectores sin que nadie se lo imponga porque es una condición de su propio éxito. L'la eficiencia energética es un valor que se materializa en el balance. Y esto es así no sólo para las industrias tecnológicas sino también y sobre todo para las tradicionales, desde la automovilística hasta la siderúrgica (inventamos las miniacerías eléctricas hipertecnológicas). El motor de esta reconversión industrial que se está produciendo en todo el mundo es la innovación de procesos y productos, cuyo resultado es la reducción del contenido energético por unidad de producto.

Lo mismo podría ocurrir en el sectores que más contaminan y derrochan energía, como la agricultura, el transporte y los servicios. Ya hoy podríamos producir todos los alimentos que necesitamos (incluso los de nicho) consumiendo menos tierra, menos agua y menos fertilizantes y pesticidas si abrimos este sector a un mayor uso de nuevas tecnologías, empezando por los OMG. Pero los ambientalistas, erróneamente, se oponen a ella en nombre de la agricultura orgánica, omitiendo que, como documentan 400 investigadores y agrónomos, entre ellos la científica y senadora vitalicia Elena Cattaneo, la agricultura ecológica requeriría el doble de tierra y reduciría la producción en un 50%.

También en el sector de transportar (cuya transición energética en cualquier caso llevará mucho tiempo y para cuyo funcionamiento los hidrocarburos seguirán siendo indispensables durante mucho tiempo) se podrían lograr avances considerables si tan solo la la transferencia del transporte de mercancías de la carretera al ferrocarril (ver Tav) o si fuera fortalecido transporte publico urbano, algo que, con la única excepción, quizás, de Milán, sigue sin ocurrir en las grandes ciudades. Pero es en el sector servicios (ciclo de basura y dell 'agua) que sería posible lograr resultados verdaderamente importantes en la reducción del despilfarro de energía y la reducción de la contaminación. Ya contamos con las herramientas administrativas, gerenciales y tecnológicas necesarias para hacerlo.

Somos perfectamente capaces de manejar el ciclo de los residuos y el ciclo del agua como ciclos industriales y somos capaces de iniciar una colaboración virtuosa entre los sectores público y privado en estos campos. Pero, en lugar de avanzar decididamente en esta dirección, hay quienes invocan no la "publicidad" de los servicios (que, por lo demás, ya son públicos), sino su "nacionalización", que es otra cosa muy distinta y significaría si no su transformación en sectores de la Administración Pública. Se trata de una regresión que, además de no garantizar una mayor universalidad, rentabilidad y calidad de los servicios, impediría a las empresas públicas, privadas o mixtas realizar todo el aporte que pueden en términos de innovación y desarrollo tecnológico.

En todos estos casos, no son los poderes fácticos, las petroleras o los grandes grupos industriales los que están frenando la transición energética. En cambio, son administradores públicos incompetentes o una administración pública ineficiente.

Por tanto, hay que decir a los jóvenes que quieren comprometerse a acelerar la transición energética, parafraseando a Obama, que: “Sí se puede”. Siempre que, no obstante, quede claro que, con este fin, no es necesario reducir el consumo (lo cual es imposible e injusto para los países en desarrollo), ni necesariamente tenemos que experimentar el pauperismo o el "feliz decrecimiento" (esta es una teoría económica criminógena). Lo que realmente necesitas es uno constante revolución científica y tecnológica. En definitiva, la transición energética es un desafío para el futuro, no un regreso al pasado.

En este camino, sin embargo, hay dos obstáculos que superar. El primero es la debilidad de la politica que, aplastada por la táctica y la contingencia, lucha por tomar las decisiones políticas de mediano y largo plazo que serían necesarias para darle fuerza al proceso de transición energética. El segundo obstáculo es de carácter cultural y está representado por la multitud, demasiados sesgos anticientíficos que alimentan movimientos que rechazan el método y la evidencia científica y desprecian el mérito y la competencia. Son movimientos (los No Vax, los No Tav, los No Gmo, etc.) de los que hay que tratar de entender las razones profundas y los miedos que los alimentan, que hay que disipar con información e implicación democrática (los debate publico) pero que de ninguna manera debe ser alentado y mimado.

A todos ellos se les podría recordar de manera útil las palabras que Anton Chekhov le escribió a Tolstoi sobre la filosofía populista del gran escritor ruso. “Tengo sangre campesina en mis venas – escribe Chéjov – y ciertamente no puedo estar sujeto a las virtudes campesinas. Desde niño creí en el progreso. Una meditación desapasionada y equilibrada me dice que hay más amor al hombre en la electricidad y el vapor que en la castidad y el ayuno”.

Aquí está: el amor por el Hombre, la fe en el progreso y una meditación desapasionada y equilibrada es lo que más necesitaremos para gestionar los grandes y complejos problemas de la transición energética y la protección del planeta.

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