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SUCEDIÓ HOY - El crimen de Codecà, un misterio que dura 70 años

En la noche del 16 de abril de 1952, el ingeniero Erio Codecà, un destacado gerente de Fiat, fue asesinado en Turín - A pesar de una recompensa de 28 millones de liras (500 mil euros hoy) lanzada por Fiat, el culpable nunca fue encontrado y las investigaciones judiciales aunque varios indicios apuntan a que el crimen es de carácter político y ha madurado en el clima de violencia de los calurosos años de la posguerra

SUCEDIÓ HOY - El crimen de Codecà, un misterio que dura 70 años

En la noche del 16 de abril de 1952, el ingeniero fue asesinado de un solo tiro. Erio Codeca cerca de su villa en via Villa della Regina, no lejos de la Iglesia de la Gran Madre di Dio en Borgo Po, un barrio residencial en las estribaciones de Turín.

Codecà, de 53 años, era en su momento uno de los gerentes prominentes de fiat; Graduado en Grenoble en 1926, fue contratado por Fiat en el sector del automóvil y posteriormente enviado a gestionar la sucursal de Bucarest en Rumanía, donde se casó con una profesora rumana de origen polaco.

En 1935 fue nominado director de Deutsche Fiat en Berlín, donde permaneció hasta 1943 cuando regresó a Italia como jefe de los Laboratorios Lingotto. Tras la liberación, el viento de las pasiones políticas y sociales arrolla también al ingeniero Codecà en Fiat, al que se le encarga su estancia en la Alemania nazi.

Después de unos años en la "segunda fila", en 1950 se le encomendó la gestión del histórico establecimiento SPA (la antigua Società Piemontese Automobili) en Corso Ferrucci en Turín, reconvertida a la producción de vehículos industriales y tractores agrícolas por Fiat.

El ingeniero Codecà gana visibilidad en los medios de comunicación de la época, periódicos, revistas, noticiarios, en el otoño de 1951 cuando en el Salón del Automóvil de Turín recibe el encargo de La Valeta, gracias a sus habilidades interpersonales, para presentar los nuevos modelos de automóviles al Presidente de la República Luigi Einaudi; una visibilidad "mediática" que quizás le resulte fatal, como sucedió años después en otros casos.

Esa noche, después de haber cenado y telefoneado a su mujer ya su hija de doce años en Rapallo por las vacaciones de Semana Santa, hacia las 21 le dice a la criada que salga de casa a pasear con el perro.

El crimen tiene lugar acaba de salir de casa, a pocos pasos del portón de la villa: Erio Codecà es abatido a tiros mientras, tras dejar entrar al perro detrás de él, abre la puerta de su Fiat 1100, estacionado en la calle. No hay testigos oculares, excepto dos o tres señoras mayores de la pensión cercana que informan haber escuchado un gran estallido, pero que no entendieron de inmediato que se trataba de un disparo.

Los investigadores descartaron, desde las primeras diligencias, un robo frustrado en grado de tentativa y también un crimen pasional, y optaron por la ejecución de matriz politica.

La autopsia revelará que la única bala disparada no provino de una pistola, como se creía en ese momento, sino de uno Sten, la ametralladora inglesa utilizada por las formaciones partisanas en la guerra de liberación.

El hecho de que no se disparó un solo tiro del arma demostró que el crimen se había cometido con premeditación y por una persona experta en su uso.

Los primeros en rendir homenaje al cuerpo fueron Vittorio La Valeta e Gianni Agnelli, y a los funerales asistieron todos los gerentes de las fábricas de Turín y, como se dijo en ese momento, las de fuera de Turín, es decir, las de Milán, Brescia, Módena y Florencia.

Los años de la posguerra fueron años "calientes" en las fábricas de Fiat. Ciertas reivindicaciones de barricada de quienes habían combatido el nazi-fascismo y esperaban un nuevo orden no habían amainado del todo: y algunos, además de las luchas sindicales y el arma de la huelga, estaban dispuestos a utilizar la violencia.

Varios episodios.

Si los procesos de “purga” de los ejecutivos más destacados, incluida La Valeta, ya había terminado en 1946, Mirafiori estuvo ocupado durante unos días tras el intento de asesinato de Palmiro Togliatti.

En agosto de 1950, un bomba mirafiori matando a tres trabajadores y en el otoño de 1951 se encontró una cantidad considerable de explosivos ya cebados en Fiat Aviazione.

Hasta mediados de la década de XNUMX, se realizaron numerosos hallazgos de armas de guerra y municiones en las fábricas de Fiat, no solo en Turín.

Es en este clima que la Questura orienta las investigaciones por el asesinato de Codecà hacia la zona de la oposición política, deteniendo e interrogando a numerosos activistas comunistas.

La tesis del delito político se sustenta en las inscripciones que aparecieron en el muro delimitador del Fiat Grandi Motori en Corso Vercelli "1º de la serie" y el del Lancia en Borgo San Paolo "¡¡Es uno!! ¡¡Cuidado con los DOS!!.

mismo fíat y la Unión Industrial de Turín puso un taglia de veintiocho millones de liras (aprox. 500.000 euros hoy) para la identificación del (de los) asesino(s).

Un informante menciona el nombre de un tal Giuseppe Faletto, un vagabundo que ya había sido condenado por las brigadas guerrilleras por su violencia y deshonestidad; citado por primera vez a la comisaría, los investigadores no podrán encontrar inicialmente elementos para incriminarlo.

No pasan pocos días que la Faro es detenido por segunda vez porque en las tabernas de Turín, detrás de una botella de vino, anda contando que fue él quien asesinó al Codecà. Lo niega todo, dice que solo fue un alarde, pero cae en varias contradicciones y su coartada falla, a pesar de haber sido considerada válida la primera vez, y es arrestado. Juzgado en 1958, confesó nueve asesinatos durante la guerra guerrillera (ahora amnistiado) pero negó rotundamente que Codecà y fue absuelto por insuficiencia de pruebas.

Il responsable del asesinato no fue encontrado, al igual que los responsables de los incendios y el hallazgo de las armas nunca fueron encontrados.

Si el crimen, aunque cargado con la sospecha de que pudiera estar relacionado con conflictos laborales en la empresa, en los que interactuaban presiones gremiales y políticas, fue considerado un acto terrorista por un fanático, la identificación de la víctima fue considerada en cambio inexplicable por los periódicos y por la opinión pública.

El Codecà fue, como me lo describió el Dr. Palmucci más de veinte años después, director de la Mirafiori y en 1952 el diputado de Codecà en la planta de SPA, un hombre manso que nunca había entrado en conflicto con los trabajadores, de hecho el febrero anterior les había entregado a todos un premio en sobres de 12.000 liras, una suma importante para ese período.

Desafortunadamente en la fábrica, como el Brigadas Rojas años después, el principal objetivo del terrorismo, tanto individual como colectivo, será precisamente contra aquellos directivos empresariales y sindicales, que buscaban el diálogo y la colaboración, más que la clara oposición empresa-sindicato.

El asesinato de Codecà nunca fue reivindicado y aún hoy, casi setenta años después, sigue siendo un crimen misterioso.

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