En los próximos cinco años, las empresas italianas deberán enfrentarse a una verdadera selección darwiniana. Roger Abravane, gurú de la consultoría empresarial, escribe en un artículo del Corriere della Sera que para sobrevivir, Italia debe llevar a cabo una transformación de época de su capitalismo. Porque –leemos– el problema es que “el capitalismo italiano actual es incapaz de dejar que las empresas acaben en manos de accionistas que aprovechan al máximo los recursos financieros y humanos a su disposición”.
Las empresas italianas se han beneficiado del capital financiero en mayor medida que las de otros países europeos pero han crecido menos: han malgastado sus recursos. El capitalismo italiano "está más preocupado por la familia que por los negocios", escribe Abravanel. Más del 40% de los primeros puestos en las grandes empresas de nuestro país están ocupados por familiares, contra el 6% de los alemanes y el 20% de los franceses. Sin olvidar que, si el componente familiar es determinante en las grandes empresas, mucho menos en las medianas y pequeñas empresas: los consejos de administración están repletos de miembros unidos por lazos familiares.
Las empresas italianas no podrán crecer con esta gobernanza y liderazgo: es necesaria "una selección de este tipo", para que las empresas que ganan y tienen poca deuda comiencen a absorber y hagan desaparecer las que en cambio pierden y tienen demasiada deuda.
