La intervención masiva de los bancos centrales tras la crisis con la inyección de abundante liquidez al sistema ha alterado el comportamiento de la Bolsa llegando incluso a cuestionar a Wall Street diciendo “sell in may and go away” (vende en mayo y aléjate).
Según las estadísticas del S&P 500, desde 2009 hasta hoy el efecto mayo se ha producido una sola vez pero desde 1980 23 veces de 34. Esto significa que en el 67% de los casos el mercado ha reportado mejores desempeños durante el período noviembre/abril que el resto del año. Y esto aconsejaba entrar en Bolsa en otoño y vender todos los valores en primavera.
El máximo histórico desde 1896 lo registró el Dow Jones con una rentabilidad del 5.2% en los meses de invierno y del 1.7% en el verano.
Con el tiempo, sin embargo, este fenómeno se está atenuando y este año es probable que desaparezca. En mayo no se esperan escapadas de los inversores de la bolsa, también por la reanudación de fusiones y adquisiciones en grandes farmacéuticas y telecomunicaciones, la llegada de nuevos novatos y el regreso de las privatizaciones y, finalmente, el posible lanzamiento de Quantitative easing a los europeos son todos motivos destinados a dar oxígeno a la Bolsa.
Protagonista de este carácter menos cíclico de los mercados fue el creciente protagonismo de los bancos centrales que se proyecta sobre diversos sectores, provocando una mayor rotación sectorial y por tanto enriqueciendo las carteras de los inversores.
A partir de los próximos días se comprenderá mejor si una de las viejas certezas bursátiles está destinada o no a desvanecerse y si es mejor permanecer en Bolsa, tanto en otoño como en invierno, también en verano.