En medio de la crisis que aqueja a la economía mundial desde hace cinco años, es reconfortante recordar que los determinantes fundamentales del crecimiento, el progreso técnico y la apertura comercial, siguen siendo positivos. Y, en lo que respecta a las dos economías más grandes del mundo, Estados Unidos y China, las noticias en este segundo frente también son buenas. A pesar de la ampliación renovada del déficit comercial bilateral (China tiene un gran superávit con Estados Unidos y un déficit comercial con el resto del mundo), las fricciones potenciales tienen pocas oportunidades de manifestarse. La razón radica en que el reciclaje del excedente chino con EE.UU. está asumiendo formas más positivas que la compra de bonos públicos estadounidenses: más precisamente, está asumiendo la forma de inversiones chinas directas en EE.UU., lo que refuerza una interpenetración que preocupa no sólo los flujos de mercancías, sino también el intercambio de tecnologías y conocimientos de gestión. A esto se suma la directiva del presidente Obama de aumentar en un 40% este año las visas que se ofrecen a los chinos, que se refieren principalmente a puestos profesionales.
Las cifras de IED (Inversión Extranjera Directa) china en América aún son pequeñas, pero este año comienza a establecer un récord, superando los aproximadamente 6 mil millones de dólares del año pasado. Hay 33 proyectos aprobados hasta el momento (en el primer semestre del año), de los cuales 12 son adquisiciones y 21 son la construcción de nuevas fábricas, con la consiguiente creación de puestos de trabajo. Y las perspectivas son cada vez mayores, dada la esencial complementariedad de las dos economías.
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