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Entre impuestos y referendos

Berlusconi anuncia que el Gobierno reformará el fisco con una ley habilitante antes del verano y que ejercerá el derecho a no votar en cuestiones sobre energía nuclear, agua e impedimento legítimo. La maniobra económica para este año no superará los tres mil millones. Gran incertidumbre por llegar al quórum. Fuertes críticas al primer ministro de The Economist.

No es casualidad que Silvio Berlusconi haya optado por anunciar que no acudirá a votar en el referéndum inmediatamente después de haber dicho que el Gobierno aprobará la ley habilitante del fisco antes del verano y que la maniobra económica de este año rondará los tres mil millones. . De esta forma, por un lado, trató de alejar en la medida de lo posible el escenario político de la consulta del domingo y del lunes, por otro, relanzar la imagen optimista de su Gobierno tras la dura derrota sufrida en las elecciones locales.

Lo cierto es que la sombría guardia de las finanzas públicas montada por la ministra Tremonti se cierne sobre la reforma fiscal (“un recaudador de impuestos para el verano” irónicamente comentada por el secretario del Partido Demócrata, Bersani), y todo en el referéndum dependerá de si no se alcanza el quórum. Para que las consultas del próximo domingo y lunes (sobre energía nuclear, privatización o no de los servicios de abastecimiento de agua, e impedimento legítimo) sean consideradas válidas, debe acudir a votar el 50% más uno de los inscritos en las listas electorales: aproximadamente 27 millones de Italianos, según cómo se resuelva el lío del voto extranjero: se han votado papeletas con una pregunta diferente a la ratificada por la Casación sobre la energía nuclear, y en muchos casos -acusan los radicales- las papeletas ni siquiera llegarían a los votantes.

Berlusconi -a quien el "Economista" calificó ayer, dedicándole la portada, como "el hombre que jodió a todo un país"- teme que se alcance el quórum, tanto que en los últimos días ha intentado cobijarse calificando los referendos de "inútiles" y dando libertad de voto a sus partidarios. Pero al mismo tiempo quiso insistir, al anunciar su no voto, a la derecha en que los votantes no tendrían que acudir a las urnas. El mismo razonamiento fue utilizado por otros líderes autoritarios de centro-derecha o ministros del gobierno. Un razonamiento más que legítimo, dado que también es un derecho a renunciar al ejercicio del propio derecho. Pero también en marcado contraste con lo dicho por el presidente de la República, Giorgio Napolitano, en los últimos días, cuando se mostró deseoso de dejar claro que una vez más, como siempre, cumplirá con su deber como elector.

El domingo y el lunes se podrá comprobar hasta qué punto las palabras del primer ministro están en sintonía con lo que harán los italianos. Porque es cierto que llevar a las urnas a 27 millones de electores es una tarea muy difícil (al menos a la luz de experiencias anteriores y cercanas), pero también es cierto que nunca antes ha habido un deseo extraordinario de participar (basta ver el boca a boca en Internet) democrático. Vale recordar que en 1991, a pesar de la invitación de Craxi y la Liga a ir a la playa, el 62% acudió a las urnas y en el referéndum sobre el divorcio de 1974 votaron más de 33 millones de italianos, lo que equivale a casi el 88% de los derechohabientes. .

Otros tiempos. Las campañas electorales fueron muy duras, pero el sistema aún no estaba de moda, rayando en el engaño, según el cual, para hacer valer las razones del no, era mejor no ir a las urnas para poder sumar del no voto al de la abstención fisiológica. Por eso, quien recolecte las firmas necesarias para convocar un referéndum hoy, deberá participar en una carrera de handicap. Un hándicap que ahora solo podía ser anulado por un deseo extraordinario de recuperar la posesión del derecho al voto por parte de los ciudadanos.

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