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Es posible relanzar el PIB: reducir la cuña fiscal y crear un nuevo IMI para inversiones

La vuelta a la recesión exige una política económica más agresiva para apoyar la demanda: recortar la cuña fiscal a empresas y trabajadores y apoyar la inversión privada creando un nuevo IMI para facilitar el crédito a medio y largo plazo - Los 80 euros sirven pero no alcanzan - Los La crisis de las exportaciones también es preocupante – Ojo con la deuda

Es posible relanzar el PIB: reducir la cuña fiscal y crear un nuevo IMI para inversiones

Por tercera vez en poco tiempo, Italia vuelve a estar en recesión. El veredicto de Istat no deja salida. Después de la sorpresa del primer trimestre (-0,1%), el segundo trimestre decepciona aún más con una caída del PIB del 0,2% (-0,3% anual) que técnicamente lleva al país a la recesión. La demanda interna no se mueve ni por el lado del consumo ni por el lado de la inversión, las exportaciones son negativas (y esto es una sorpresa desagradable), todos los sectores productivos (desde la industria hasta la agricultura y los servicios) siguen paralizados. 

Ante un escenario económico como este que obligará al Gobierno a revisar el Def a la baja y saltar aros para respetar los parámetros europeos, no es de extrañar que la Bolsa, que lleva ya días sufriendo tras perder un 10% en unas semanas , hoy está en rojo intenso y está dominado por la venta masiva, y que el diferencial Btp-Bund vuelve por encima de 160.

La ilusión de que una agenda de reformas, como la ciertamente loable e innovadora prometida por el gobierno de Renzi, bastaba para salir del túnel se ha desvanecido como la nieve al sol. No es casualidad que en las columnas del Sole 24 Ore el ministro de Economía, Piercarlo Padoan, advirtiera esta mañana que la recesión italiana es mucho más profunda de lo que se piensa y que para salir del atolladero solo se puede contar con una aceleración de las reformas estructurales. Fácil de decir, mucho más difícil de hacer tanto por la resistencia empresarial de la que atraviesa el país como por la resistencia del Parlamento a apoyar los proyectos de reforma como ha puesto de manifiesto la fatigosa navegación de la reforma del Senado.

Entonces, ¿qué hacer para volver a la cima? La tontería que no dejará de resurgir pero que sería descorazonador darse el gusto es la de quienes dicen que es inútil pensar en reformas institucionales y que es hora de concentrarse en la estrategia económica. Es bastante obvio que la lucha contra la recesión y la batalla por el crecimiento se están volviendo más centrales hoy que ayer, pero será útil desterrar de inmediato dos peligrosas ilusiones: la primera es que las reformas económicas pueden prescindir de la reforma y modernización de las instituciones y por la urgencia de acelerar el proceso de toma de decisiones; la segunda es pensar que basta con proponer o incluso aprobar nuevas leyes para erradicar la recesión. Ojalá fuera así de simple, pero lamentablemente la realidad es mucho más compleja.

Sin embargo, una cosa está clara: la reactivación de la demanda interna exige decisiones contundentes y urgentes para impulsar el consumo y la inversión, como ya no podemos esconder la cabeza bajo la arena frente al peñasco de la deuda pública que lastra la economía. durante años y que pone plomo a las frágiles alas del crecimiento. En cuanto a las exportaciones, hay que reflexionar sobre la ralentización de Alemania pero también sobre el peso de las sanciones contra Rusia.

Es simplemente ridículo que el presidente de Confcommercio Sangalli se burle de los 80 euros que el gobierno de Renzi ha metido en el bolsillo de los trabajadores menos acomodados, pero no cabe duda de que para dar un respingo al consumo, por ahora solo invertido marginalmente por los 80 euros, es necesario dar un salto de calidad a pesar de la escasez de recursos públicos. ¿Como? Ayer mismo surgió una sugerencia de la propuesta de política fiscal de Assonime (la asociación de sociedades anónimas) que abogaba por un fuerte recorte de la cuña fiscal, trasladando la tributación del trabajo y las empresas al consumo (con una revolución razonada del IVA) y con una capital ligero. Por supuesto que no hay almuerzos gratis y es evidente que, además de reequilibrar la carga fiscal, el recorte del gasto público improductivo es ineludible y que tendrá que ser tanto más fuerte cuanto más queramos reducir impuestos no para todos pero sí en beneficio de las clases productivas, dirigentes obreros y empresariales.

Sin embargo, también se debe implementar una estrategia agresiva en el otro lado de la demanda interna, el de las inversiones. De nada sirve hacerse demasiadas ilusiones sobre la posibilidad, en estas condiciones de hacienda pública, de lanzar faraónicos planes de inversión pública. Solo Camusso puede creer en los cuentos de hadas. Pero sin relanzar la inversión privada, no llegaremos a ningún lado. Si la inversión privada va rezagada es porque la culpa también la tienen los empresarios -este es un país de capitalistas sin capital o de capitalistas que prefieren enriquecerse antes que hacer crecer sus empresas-, pero la cuestión no se puede resolver de forma tan simplista. Si no invierte es porque muchas veces faltan las condiciones para la rentabilidad o porque no existen las herramientas necesarias para apoyar y facilitar las inversiones.

Como señaló astutamente el ex director ejecutivo de Finmeccanica, Alessandro Pansa en el Corriere della Sera del 31 de julio, Italia carece de combustible para la inversión privada, es decir, el crédito industrial, es decir, "préstamos concedidos para desarrollar tecnologías, innovar productos, procesos, plantas, maquinaria con tipos de interés, vencimientos, condiciones de amortización y garantías sobre los planes de inversión de los deudores”. Desgraciadamente “este crédito -señaló Pansa con amargura- no existe para las empresas”. Y no es porque los bancos sean malos sino porque los institutos de crédito a medio y largo plazo, verdaderos pulmones de las inversiones industriales, han desaparecido casi por completo. En esencia, se necesita un nuevo IMI, un banco de crédito a medio-largo plazo con un capital de tres o cuatro mil millones que pueda movilizar recursos de hasta 100 mil millones de euros en pocos años para la inversión empresarial.

La de Pansa es una excelente idea: Renzi lo piensa, Cassa Depositi e Prestiti lo piensa y grupos privados lo piensan, desde bancos hasta compañías de seguros y cajas de seguridad social. Un nuevo IMI sería una herramienta formidable para apoyar la inversión y la recuperación. Pero esto no excluye la posibilidad de que en el corto plazo también tengamos que lidiar con una terapia de choque que finalmente ataque y picotee la deuda pública. Se ha hablado demasiado: es hora de moverse.

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