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Referéndum No Triv: por qué es mejor no votar

El referéndum del 17 de abril es confuso, erróneo y nocivo porque no favorece una nueva política energética ni las renovables sino que destruye empleo – En nuestros mares no hay perforadoras y nunca las habrá pero hay 64 plataformas que dan trabajo a al menos 11 personas y no crean problemas ni para la seguridad ni para el medio ambiente: si el domingo gana el Sí al menos 2/3 de ellos deberían estar cerrados en 2 o 4 años

Referéndum No Triv: por qué es mejor no votar

No hay simulacros en nuestros mares y no habrá más. En cambio, hay 64 plataformas que están operativas, 59 de las cuales están ubicadas en el Alto Adriático, mientras que en Puglia, Basilicata, Campania, Cerdeña y Liguria, que también promovieron el Referéndum, no hay ninguna.

Estas plataformas nos suministran, cada día, una parte del gas metano que necesitamos para nuestros usos domésticos e industriales (el 50% de la producción nacional de gas, el equivalente a 2,5 millones de TEP, por un valor de unos 1,5 millones de euros). Esta actividad emplea a 6.700 personas solo en Rávena (11 directos y 20 indirectos en toda Italia). Sobre esta base, considerada insignificante por los promotores del referéndum, el "gatito italiano", como lo llamó Enrico Mattei, ha construido un sistema de empresas que se encuentra entre los más avanzados y calificados del mundo.

Las empresas que construyeron la plataforma Goliat en el Mar del Norte en nombre de la "muy verde" Noruega son italianas, y las que construirán las plataformas frente a la costa de Egipto serán italianas. Si pasara el Si, dentro de 2/4 años, tendríamos que cerrar 2/3 de nuestras plataformas, aunque los depósitos en los que insisten no se agotaran por completo. Las consecuencias económicas y laborales de esta decisión son fáciles de comprender.

¿Tal decisión tiene sentido? No, no lo ha hecho. ¿Existen riesgos para el medio ambiente, la seguridad, el turismo o la pesca que puedan justificarlo? Absolutamente no. Las plataformas no pueden contaminar porque su actividad (extracción y eliminación de residuos) nunca entra en contacto con el agua: nada se vierte al mar. Por eso se han convertido en oasis de reposición de pescado (los pescadores de Rávena recogen mejillones que son los mejores y más caros del Adriático) y por eso la Comunidad Europea ha concedido a las costas de Romaña 9 banderas azules. El año pasado el número de turistas superó los 25 millones.

La seguridad también está más que garantizada. El control por parte de las autoridades competentes (al menos 6) es diario y absolutamente puntual. Pero quizás la mejor confirmación la dan las aseguradoras que, en su clasificación anual de los sectores de mayor riesgo (número de accidentes por cada mil empleados), sitúan al Petróleo y Gas en el último lugar. ¡Solo la escuela es mejor!

Pero, se dice, el gas limita el uso de las energías renovables y sustrae sus recursos. Nada menos cierto. El gas no es competitivo sino complementario a las fuentes renovables. Satisfacen necesidades diferentes pero ambas fuentes, junto con el ahorro y la eficiencia energética, pueden ayudar a Italia en la fase de transición energética en la que estamos comprometidos y que supone la máxima reducción posible en el uso de carbón y petróleo en la producción de energía eléctrica. Renunciar al gas no beneficiaría a las fuentes renovables, solo aumentaría las importaciones.

Además, el gas es autosuficiente, no necesita subsidios para ser extraído y consumido. Genera ingresos de los que el gobierno puede derivar parte de los impuestos que necesita para subvencionar las fuentes renovables que aún no son autosuficientes (12 millones de euros al año).

Este referéndum no ayuda al país a seguir una nueva política energética, no crea nuevos espacios para las fuentes renovables, no crea empleos sino que los destruye. No prepara un nuevo desarrollo sino que nos lleva un paso atrás. Tampoco resuelve el conflicto de competencias entre el Estado y las regiones en el campo de la energía, pero también lo agrava porque no es el instrumento adecuado para resolver esta cuestión.

La herramienta adecuada será el referéndum institucional previsto para octubre. En esa ocasión, los ciudadanos dirán si para decidir en materia energética (así como en materia de seguridad o política exterior) debe ser el Parlamento, que nos representa a todos, o si deben ser las Regiones. Para nosotros debe ser el Parlamento y, en esa ocasión, iremos a votar y votaremos SÍ. Pero a este referéndum que es confuso, erróneo y dañino decimos NO. Y la mejor manera absoluta de decir No es NO IR A VOTAR para no contribuir, ni siquiera indirectamente, a su éxito.

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